Europa
Existe una tensión antigua, primigenia, entre el discurso público y la realidad, entre el análisis y los acontecimientos a los que se refieren. Lo que se espera, lo que se exige del discurso público, es que sea un reflejo de la realidad, que la mire de frente y la analice. Pero no. De hecho, si existe tensión entre ambas es porque tan antigua como esa relación es la frustración que produce el escarceo permanente, el camuflaje continuo de cuanto pasa para adaptar lo cotidiano a la realidad oficial.
Saramago ayer, por ejemplo. En el pobre discurso que realizó en nombre de todos los premiados por el Día de Andalucía (un discurso tipo ceremonia de los Oscar, digamos, de glamour de alfombra roja y recuerdos a la familia) sólo soltó dos o tres ideas y todas ellas estaban lastradas por el fetiche, los arquetipos de la izquierda progre, que es una falsa izquierda, por el camuflaje de la realidad. Por la distorsión.
Habló de Europa con ese toque de distinción progre para reivindicarse como portugués y, en todo caso, como ciudadano de Iberia, de la península Ibérica. Dice Saramago que no le ha encontrado más motivos a ser europeo que la implantación del euro, «que ha sido un desastre, como todos sabemos». Sin embargo, poco antes, o poco después, también se refirió con palabras elogiosas a la evolución y a la modernización de Andalucía, porque recordaba cómo hace veinte o treinta años el autobús tardaba siete u ocho horas en llegar desde Lisboa a Sevilla.
No repara Saramago en que la principal novedad en estos treinta años para que se haya producido este desarrollo no ha sido la institución que ayer lo agasajaba, sino las millonarias ayudas al desarrollo de la Unión Europea. Aquí y en Portugal. ¿Qué sería de Andalucía sin los impuestos alemanes, franceses o holandeses que, a fondo perdido, han llegado durante años y años, y aún siguen llegando?
Resulta, además, que Europa, en esta espiral de irracionalidad política que se vive en España, ha pasado ser una necesidad a convertirse en una esperanza. Si existe alguna garantía de que el despropósito español no pasará a mayores es sólo por Europa.
La realidad y el discurso, en fin. Que es más cómodo quedarse como la propia Junta de Andalucía, como el propio Chaves, entre el oropel y la nada. Y, desde ahí, incluso mantener renovada la visión tópica de la Andalucía de siempre; la misma que Saramago dibujó cuando se puso a elucubrar sobre cómo es posible que los andaluces tengan tiempo para trabajar si están todo el día de fiesta y de jarana. «Es que no duermen», explicó.
Ay, dios, qué cruz. Menos mal que queda Europa. Incluso para cuando resbalan nuestros mitos portugueses. Como dijo Saramago, sic transit gloria mundi.
3 Comments:
Saramago escribiría veinte libros sobre los héroes anónimos de la foto que has puesto en el post de abajo (Currantes), Sin marearse siquiera, por supuesto que sin sentarse entre ellos, y no lo digo por las alturas…
A Chaves ya le gustaría… no sentarse en la viga, que no tiene el respaldar del Audi A8, sino que a uno de sus lumbreras se le ocurra usar el Photoshop para salir retratado en esta foto genial que acojona. Puede que tarde, pero creo que voy a ser yo.
Pues va a tener razón Saramago, si es que no paramos. De la fiesta del estatuto a la jarana de Dephi, luego otra fiesta con el día de Andalucía y después otra vez la jarana con la intifada futbolística. Y mañana ya se nos ocurrirá algo ¿que no?
El discurso de Saramago fue, como pones de manifiesto en el artículo, extremadamente pobre. Me sorprendió. Pero el de Chaves era el mismo que el del año pasado, modificado sólo en las referencias al estatuto que nos va a poner en "la órbita de las regiones más prósperas de Europa". Hay que tener un sentido de la realidad atrofiado para decir que los grandes problemas de Andalucía son el cambio climático y la inmigración ilegal mientras a este moderno Nerón le arde la Bahía de Cádiz.
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