Inmoral
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Un juez de Sevilla ha decidido archivar por falta de pruebas una de las denuncias de corrupción urbanísticas que más agitaron antes del verano ese enjambre imposible de adosados que corona la capital andaluza, la cornisa del Aljarafe. La historia de Bormujos, donde gobiernan unos independientes con el apoyo del PP, tenía todos los ingredientes de una olla podrida. Una moción de censura planificada por un tipo de Madrid, que es ‘experto en mercadotecnia política’ y que, por razones que nadie conoce, se interesa un buen día por Bormujos. Por Bormujos, sí. Y pone gratis su cerebro y su despacho al servicio de la moción de censura contra el PSOE.
En escena también aparece un empresario, muy dispuesto también a poner todo lo que esté de su parte para que salga adelante la moción. Tan contentos estaban el empresario y el experto en mercadotecnia política con su trabajo desinteresado, que hasta le pagaron a los concejales una cena y un hotel para que acudieran al pleno de la moción de censura descansados y felices. Luego sonó una frase: «Hay 140 millones de pesetas para hacer algo muy gordo en Bormujos». Sabemos, por otros casos, que en los genes de un alma corrupta está grabado el lenguaje soez, chulesco y abrupto. El trinque. Por eso siempre nos deslumbran estas expresiones y nos ayudan en la identificación de los corruptos.
Estaban, por tanto, todos los elementos, pero el juez, con el acuerdo y el asentimiento de todas las partes, incluido el PSOE, no ha encontrado ni una sola prueba, ni un solo indicio de corrupción en la extraña moción de censura de Bormujos. No hay delito ni delincuentes, pero sí queda constancia en el auto de archivo de «actos inmorales» y «poco éticos».
En política, la existencia de actos inmorales tendría que ser razón suficiente para quelos afectados se fueran de inmediato a su casa. La política se queda desnuda cuando no tiene ética ni moral. Desde la Grecia antigua, el hombre público debe mostrar una conducta intachable, ejemplar. Es una exigencia irrenunciable, que atraviesa los tiempos en la historia de todos los pueblos que han querido ser libres. Claro que, si éste fuese el nivel de autoexigencia de la clase política, el PP rompería hoy mismo su pacto «inmoral» de Bormujos, y en Izquierda Unida no se volvería a presentar un alcalde procesado, y el PSOE dejaría de desestablizar los pocos ayuntamientos que no gobierna en Andalucía con esa política ciega y prepotente. Insaciable.
Si todo esto fuera así, en fin, el consejero de Agricultura hubiera salido a la tribuna del Parlamento andaluz con más humildad cuando ha explicado su historia chusca del Bmw. Un coche o un cuadro de plata, qué más da. Pero ha dicho, henchido, que es él quien pierde, por haber tenido que devolver del Bmw. Es la ética del político la que se resquebraja cuando aparece ante los ciudadanos a los que representa como un aprovechado. Volvamos al principio. No hace falta que alguien acabe en la cárcel para que dejemos de considerarlo apto para la política. Merecemos más, debemos elevar el listón.
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