Iscariote
La progresía va camino de convertirse esta Semana Santa en hincha de Judas Iscariote. Una amiga de esa sensibilidad me lo desveló hace unos días, paseando por Sevilla, con un argumento contundente: “Judas es la caña”, dijo como absorta.
La atracción progre hacia Judas tiene que ver con dos cosas. Por una parte, con la necesidad que ha sentido desde antiguo la progresía por justificar su gusto por la Semana Santa y, por otra parte, con el hallazgo reciente de un manuscrito, supuestamente escrito por una secta herética hace mil setecientos años, y que se ha denominado el Evangelio de Judas. En ese papiro se presenta a Judas, no como el símbolo de la traición, sino como el discípulo favorito de Jesucristo. Y si hizo lo que hizo, no fue por treinta denarios, sino porque cumplía una misión divina. Y si lo besó en la mejilla, no fue por envidia o avaricia, sino porque sólo a Judas le reveló Jesús toda la grandeza de su divinidad.
“Serás mejor que todos los demás porque sacrificarás el cuerpo de hombre del que estoy revestido”, le explicó Jesús para que lo ayudara en su trance hacia la resurrección. “Sepárate de los otros y te mostraré los misterios del reino. Los alcanzarás, pero sufrirás porque serás maldecido durante generaciones”, dicen los misteriosos papiros. Judas, o sea, pasa de traidor al más disciplinado y sacrificado de los discípulos. O dicho de otra forma, hasta la traición de Judas está más que justificada.
Saltémonos la divertida tarea de relacionar el subconsciente que late en esta interpretación que justifica la traición con algunos de los acontecimientos que nos suceden en estos días, que ya sería una pasada que se politizaran hasta los papiros del año catapún. Obviemos, además, cuánto habría de relativismo en esta interpretación de la muerte de Jesús. Nopasanada, ya saben.
Dejemos todo eso, sí, porque, en realidad, si esta revelación ha cundido con fuerza entre la progresía es por ese resquemor anual que les hace recelar de sus propios sentimientos en las celebraciones religiosas. Que más de uno, vamos a ver, no se explica que le guste la Semana Santa. Y como no hay salidas posibles para entregarse en brazos de Papa Noel o del Año Nuevo, como ocurre con las Navidades laicas; y como ya está demasiado trillado el recital de sensaciones que emanan del azahar y la primavera; el hallazgo del Evangelio de Judas les llega como a propósito. “Judas es la caña”. Que sí. Es el nuevo santo progre.
No toda la izquierda es así, claro. Aquí se habla sólo de los progres, que son la fachada boba de la izquierda. Recuerdo una conversación, hace años, con un pintor sevillano, Paco Cuadrado, troskista y amante de la Semana Santa. Tan convencido estaba de que no había contradicción alguna, que zanjó la charla con una frase sublime: “Si Marx viviera, se vestiría de nazareno”. Pues eso.
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