El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

29 febrero 2012

La balanza


Que estaban el otro día el Nano de Jerez y Rancapino repasando la tiesura en la que estamos y, sin necesidad de ningún informe económico, de ninguna prospectiva sociológica, el Nano concluyó que «la gente no tiene ya ni para pesarse en la farmacia; que están haciendo los trajes sin bolsillos». A su lado, Rancapino, asentía con determinación, porque quién mejor que él lo iba a saber; quién mejor que él lo iba a calibrar si acababa de llegar de Madrid, con su traje azul y su corbata, de presentar su biografía, «Ronco de andar descalzo», y tenía muy fresco el recuerdo de todo lo que ha pasado en esta vida. «Por eso digo yo, Nano, que con la que tenemos en lo alto, quién va a ir a vernos a un teatro a escuchar ay, ay, ay, ayyyy, si lo que quiere todo el mundo es quitarse las penitas de encima», terció finalmente Rancapino. La conclusión de ambos fue que el próximo espectáculo que nomten tiene que ser de humor y de arte, algo que alegre al personal y le ayude a quitarse las legañas de la crisis.

Si al Nano de Jerez y a Rancapino no les hace falta ningún estudio de campo para saber que la gente no está para oír muchas penas, tampoco hará falta ninguna observación mayor para entender que la crisis económica, en la fase en la que se encuentra en la actualidad, está provocando en la sociedad una reacción singular. Veamos. De forma general, podría afirmarse que, desde hace bastante tiempo, el personal tiene asumida la crisis, que ha interiorizado el pésimo momento que se atraviesa. Lo curioso es que, a partir de esa aceptación del momento, la reacción social es doble y, en apariencia, contraria. Por un lado, ante lo inevitable del momento, la mayoría de la gente entiende y acepta _–así lo certifican, además, todas las encuestas realizadas– que el Gobierno apruebe reformas profundas de la economía y hasta tolera los abusos, como la inesperada y desmentida subida de impuestos. Lo curioso es que, junto a esa aceptación de los excesos legislativos como un mal menor, el personal ha desarrollado una alergia inmediata al despilfarro y a la corrupción, quizá porque la propia profundidad de la crisis lo ha hecho ser más consciente que nunca de algunos escándalos que hasta ahora pasaban casi inadvertidos.

Sin esa doble dimensión de la repercusión social que está teniendo la crisis, es muy probable que se acabe perdido, sin entender lo que está pasando. En fin, que se repasan discursos, se oyen invectivas, y uno vuelve la cabeza hacia la balanza burlona del Nano y de Rancapino. Ni para pesarse, mucho menos, por tanto, para oír tonterías.

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