El cisne negro
En qué momento de la vida se rompe todo, cuándo, en qué fracción, se precipitan los acontecimientos, se desmorona el entorno y ya no es posible caminar más que sobre los cascotes de lo que fue. En la crisis que acaba de estallar en el PSOE de Andalucía, ese instante se localiza en un cine de Sevilla; quizá la última vez que Chaves y Griñán, amigos fraternales hasta que entre ambos medió la sucesión, se citaron juntos para ir a al cine. Todo fue normal hasta la salida, cuando cada cual regreso a su casa y Griñán conoció entonces que Chaves, con quien pensaba que había restablecido la normalidad de unas relaciones leales, había convocado en Cádiz una reunión a sus espaldas, con Luis Pizarro y otros dirigentes socialistas, para analizar y planificar el futuro del PSOE de Andalucía. Esa fue la fracción determinante, el silencio de Chaves que Griñán interpretó como una traición; ese desconcierto helado, fue el instante en el que se desmoronó el entorno y, a partir de entonces, uno y otro comenzaron a caminar sobre los cascotes de lo que había sido.
Por eso, por el mar de fondo, la dimisión de Pizarro, desde la perspectiva general de lo que está ocurriendo en el PSOE, es lo menos relevante de cuanto sucede. La importancia de esa renuncia, la razón por la que ya ha desembocado en una guerra abierta en el PSOE de Andalucía, no la otorga el personaje en sí, que no tiene relevancia política para desestabilizar el partido, sino la servidumbre que siempre le ha mantenido como escudero del hoy vicepresidente del Gobierno y presidente federal del PSOE. No es Pizarro quien dimite, sino Chaves quien ha retado a Griñán con la desestabilización definitiva de su liderazgo en el PSOE. Y también al revés: No es a Pizarro a quien ha desafiado Griñán con sus cambios, igualmente irrelevantes, en Cádiz, sino a Chaves. Pizarro es, lo ha sido siempre, una persona interpuesta en esta crisis del PSOE de Andalucía, la más grave de la que se tiene constancia desde el enfrentamiento entre guerristas y renovadores. Sin Chaves salió victorioso entonces, y derrotó al guerrismo, fue porque en el peor momento de su enfrentamiento, cuando más acorralado estaba, ganó unas elecciones a la Junta de Andalucía y porque contaba con el apoyo de la ejecutiva federal. Esas dos circunstancias son las que, ahora, determinarán de nuevo el final de este enfrentamiento. Lo primero, porque sólo si el PSOE de Andalucía obtiene un buen resultado en las próximas elecciones municipales, Griñán podrá seguir ejerciendo de líder y, en consecuencia, de candidato a la Junta de Andalucía. Y lo segundo porque, en gran medida, dependiendo de quien resulte victorioso en la guerra del PSOE de Andalucía, el sustituto de Zapatero podrá ser Alfredo Pérez Rubalcaba o Carme Chacón. Si el partido lo controla Chaves, el beneficiado es Rubalcaba; si lo controla Griñán, quien sale ganando es Chacón.
Ayer, mientras que el estrépito que provocó la noticia iba y venía, era interesante imaginar el instante previo, de silencio, de los dos protagonistas en el cine. Quizá tenían delante a Natalie Portman. Habrá que imaginarlo así porque la teoría del cisne negro lo explicaría todo; un cisne negro es aquel acontecimiento que, justo antes de que suceda, todo el mundo lo considera altamente improbable. Pero estalla. Se suele añadir que, a partir de entonces, sólo queda una certeza: que ante un ‘cisne negro’ lo único que se sabe es que «el pasado no puede usarse para predecir el futuro».
Etiquetas: Junta de Andalucía, PSOE
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