El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

06 agosto 2010

¿Reciclar yo?



«¿Reciclar? ¿Reciclar? ¿Que yo recicle? Vamos a ver, va a reciclar tu puñetera madre». Después de eso se hizo un silencio. La voz tronó en la terraza de verano en la que estábamos acabando de cenar. Entre los principios de Murphy, no se incluye (y debería incluirse) la máxima muy contrastada de que la frase inoportuna que se menciona en una reunión ruidosa coincide con un momento inesperado de silencio de los asistentes. De modo que la boutade de mi amigo coincidió justo en ese vacío: todos se quedaron mirando nuestra mesa. Y no es cierto que cuando, rojo de vergüenza, proclamas «¡Tierra, trágame!», venga a salvarte ninguna fuerza aliada de la naturaleza. No.

Todo había comenzado apaciblemente. En los entremeses, él sostenía, con cierta razón, que cada día aparecen nuevos argumentos para la rebelión civil en la política. «Y conviene aprovecharlos», decía, «porque sabemos que la democracia tiene que alimentarse cada día, no cada cuatro años cuando llegan las elecciones y en los colegios electorales se ponen en cola ancianos, raperos, monjas y catedráticos. No: además de las urnas, la democracia necesita la crítica diaria de los ciudadanos y, en ocasiones, hasta la rebeldía social. El plante: ‘No me da la gana’. La cantinela del reciclaje, por ejemplo, es perfecta: ‘¿Reciclaje? No, gracias’».

No sabemos hasta dónde ha calado en la sociedad el pensamiento políticamente correcto hasta que, en una reunión de amigos, se plantea el asunto, aparentemente intrascendente, de cómo tira cada uno la basura. Este asunto, vamos a ver, se ha convertido en un elemento de confrontación social. Los hay que bajan en el ascensor con un catálogo de bolsas clasificadas, la del plástico, la de los residuos sólidos, la del papel y la del cristal. Cada una a su contenedor específico. Mi amigo, parece claro, no es de ésos. Es lo contrario, pero no por dejadez o incultura, no por falta de conciencia medioambiental o salvajismo. No. Lo hace porque piensa que le están tomando el pelo. «¿Reciclar? Joder con los timos sostenibles... Para empezar, seleccionar los residuos no es reciclar: es colaborar con las empresas de reciclaje que, supuestamente, recibirán esos residuos ya clasificados y los reciclarán para otro uso. Pero eso, no nos engañemos, es un negocio. Porque el reciclaje, además de un beneficio para el medio ambiente, es un negocio, ¿o no? Con lo cual, si estoy colaborando con un negocio, lo único que exijo es que resulte beneficioso. El día que mi ayuntamiento se comprometa a bajar las tasas de basura a aquellos vecinos que clasifiquen las basuras, yo seré el primero en seleccionar los residuos. Hasta entonces, no estoy dispuesto a que me cuelen la moralina de la sostenibilidad y a que, entre tanto, con mi dinero sigan engordando la burocracia política».

«Nos toman el pelo, ¿no os dais cuenta?» Lo que nadie observó es cómo, a la vecina de mesa, le iban subiendo los colores. «Mire, perdone, llevo toda la cena aguantando: yo lo que creo es que es usted un inconsciente. Y un descarado, porque somos muchos los que reciclamos para que usted, encima, venga a ahora a reírse de todos...» No hizo falta mucho más porque el final, la traca, estaba dispuesta con el silencio colectivo y la frase de antes: «¡Tu puñetera madre!» La sociedad, sí, se ha dividido sin saberlo: ¿Cómo tira usted la basura?, ¿usted recicla? Yo, como pueden imaginar, me apunto a la rebelión.

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