El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

19 agosto 2010

Movilidad



Un carromato ha llegado a Cádiz con las orejas de Mickey y un letrero en francés. Y no era ni el Circo Ruso ni una escuela de idiomas para niños. Eran los de la Disney y lo que llevaban en las estanterías era el proyecto laboral más imaginativo que se ha podido oír en muchos años: la multinacional del ocio quiere renovar su plantilla pero con gente de fuera de París, fuera de Francia. Quiere inyectarle sangre joven a la plantilla, gente inquieta y decidida, arriesgados y emprendedores. La idea se llama ‘New Generation Festival’ y está en las antípodas del chovinismo, del localismo, de la cortedad de miras; esto es globalización en estado puro. Desde París, la multinacional ha desplazado a Cádiz a una docena de personas de su departamento de Recursos Humanos para contratar a 300 personas para la próxima campaña.

Cuando se buscan las razones del crecimiento desbordado del paro en España con respecto a los vecinos europeos, las elevadas tasas de desempleo incluso en los tiempos de bonanza económica, los economistas siempre señalan razones que tiene que ver con la reforma del mercado laboral, pero pocas veces se analizan las peculiaridades de la sociología española como una de las causantes de esos niveles inusuales de inactividad laboral en un país desarrollado. Entre esos factores sociológicos está, sin duda alguna, el apego a la tierra, la escasa movilidad de los trabajadores cuando han perdido su puesto de trabajo. En uno de los últimos estudios sobre movilidad laboral en Europa, España figuraba en el último lugar: los españoles son los europeos que menos residen y trabajan en otro Estado de la UE.

Para no caer en el pesimismo histórico sobre el carácter pasivo o indolente de los españoles, pensemos que hay razones externas que justifican esa inmovilidad laboral. Si el objetivo de toda persona es encontrar una buena calidad de vida, pensemos que en España, y sobre todo en regiones como Andalucía, esa calidad de vida se puede lograr nada más pisar el poyete de la casa. Desde ese punto de vista, es normal que los españoles quieran atarse al sitio donde viven.

La cara negativa de esa tendencia social es que, como vemos, la falta de movilidad laboral empeora las expectativas del desempleo. Dos gobiernos distintos, primero el Partido Popular y ahora el PSOE, han planteado reformas laborales para remover, convulsionar, la inercia del paro. El PP, más directo, planteó la penalización de los parados que no aceptaran un trabajo por oponerse al cambio de residencia. Aquella fue la reforma laboral que se fue al garete en una huelga general. Ahora el PSOE ha sugerido que habría que sancionar a los parados que no hagan cursos de inserción laboral o de formación desde el primer día que comienzan a cobrar una prestación. También los sindicatos se oponen.

España, es verdad, ofrece la calidad de vida que no se encuentra en muchos otros países, pero esa certeza no nos puede llevar a aceptar como conclusión que es mejor cobrar el paro que desplazarse y trabajar en otra ciudad, incluso del mismo país. Cobrar el paro y cruzarse de brazos no puede ser nunca una opción. Y eso ocurre demasiado aquí. No. Aunque los sindicatos le declaren el boicot a Mickey, aunque solivianten a Minnie y dibujen en sus pancartas la cara del Tío Gilito como símbolo del capitalismo feroz, Disney marca el futuro.

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