Paciencia y respeto
Además del respeto, hay otra revolución pendiente en España, la de la paciencia. Igual que el socialista Fernando de los Ríos se subió a la tribuna de las Cortes de la Segunda República y alertó al hemiciclo ante la mayor de las carencias de la sociedad española, “reparad, señores diputados, que en España lo revolucionario es el respeto”; igual que entonces nos haría falta que alguien en el Congreso elevara la voz otra vez: “reparad, señores diputados, que en España lo revolucionario es la paciencia”. Paciencia y respeto. Que se establezcan ambas como coordenadas inamovibles del rumbo que tenemos que seguir para salir del agujero, para dejar atrás la desconfianza y la incertidumbre nacional, otra vez las dudas sobre el futuro de España.
Decimos que cada periodo de crisis supone, paradójicamente, una brillante oportunidad para enmendar el futuro porque sólo en una situación extrema como esta crisis podemos asumir que se adopten medidas que no tendrán resultados a corto plazo; sólo en una situación crítica somos capaces de entender y de aceptar que se necesita paciencia para recuperarnos y mejorar, que el camino será largo. Si las exigencias electorales de la política conducen siempre a lo contrario, a los planteamientos efectivos, de resultados inmediatos, a las promesas vacuas y a la propaganda, esta profunda crisis nos ofrece a todos la posibilidad de enhebrar, por primera vez, un conjunto de reformas (laboral, educativa, administrativa, autonómica…) que sitúen el horizonte mucho más allá de donde pueda llegar nuestra mirada, mucho más allá de esta generación. En España, la revolución es el largo plazo.
Pensemos, por ejemplo, en la reforma educativa. Hace unas semanas, el principal responsable de la Universidad de Princeton, Christopher L. Eisgruber, vino a Sevilla para explicar por qué esta universidad está entre las mejores del mundo. Lo curioso de su respuesta es no tiene nada de extraordinario; no hay ningún secreto oculto para lograr la excelencia. En Princeton, como en el renombrado sistema educativo finlandés, la receta del éxito es sencilla: “La clave -decía el rector de Princeton- son tres cosas: Los recursos, la selección y la paciencia”. Los recursos, “porque hay que tener dinero para pagar la excelencia”; la selección, “porque a los estudiantes hay que darles los mejores profesores” (algo que se consigue con la movilidad de la plantilla del profesorado: En Princeton sólo el 30 por ciento tiene un contrato estable de diez años, revisable cada seis); y la paciencia, “porque trabajamos siempre con un horizonte a largo plazo”. En España, y aún más en Andalucía, los recursos que se destinan son insuficientes y están mal distribuidos; el profesorado de la universidad es rígido e inamovible, endogámico, asentado cada cual en su garita; y en tres décadas de democracia se han aplicado, al menos, tres o cuatro reformas educativas.
Paciencia y respeto para empezar. Paciencia y respeto, ondeando en todo lo alto como las banderas del futuro; símbolos que nos recuerden siempre que, por la falta de respeto, el odio y el enfrentamiento han cegado muchas veces a España, y que por la falta de paciencia jamás se han adoptado las reformas necesarias, estructurales, que sólo pueden florecer muchas décadas después.
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