Analfabetos
Imaginemos a un ilustre conferenciante en el aula Magna de cualquier universidad andaluza. Se celebran unas jornadas sobre la crisis del modelo universitario y aquella es la conferencia estelar, un hombre admirado por todos, al que nadie discute ni su trayectoria ni su pensamiento. Por tanto, allí están todos, expectantes, algunas autoridades, los profesores y un buen número de alumnos. Y dice el conferenciante: “Todo cuando se diga del deterioro del sistema educativo es poco. En la popularización y simplificación última de los principios pedagógicos ‘modernos’, que tienen ya dos siglos a la espalda, se ha llegado aquí a sostener oficialmente que corregirle la ortografía y demás primores gramaticales a los muchachos equivale a cortarles su espontaneidad creadora. Y las universidades, igualmente inundadas de analfabetos. Baste traducir una noticia de estos días, que dice así: ‘Los estudiantes podrán ganar puntos académicos subiendo a la montaña rusa y escribiendo acerca de esta experiencia. La actividad se enmarca en un curso denominado Estudio de Cultura de la Montaña Rusa en el que participan sociólogos, arquitectos e historiadores de arte que tratarán el tema de las montañas rusas desde sus propias perspectivas’.”
Imaginemos que en el aula magna se extendió entonces un murmullo, entre la sorpresa, la risa y la desaprobación, que el conferenciante supo aprovechar para detenerse un instante, alzar la mirada a su auditorio, y aguardar de nuevo a que se hiciera el silencio para exponer sus conclusiones: “Entre las muchas vueltas que se le está dando al problema del analfabetismo funcional, y entre las diversas causas que contribuyen al fenómeno, todavía no he tropezado con la duda de que tal vez no todos los seres humanos tengan la voluntad o la capacidad mental para aprender las primeras letras. Y ojalá no se caiga en la cuenta de que pudiera ser así, porque entonces se postularía como ideal democrático la igualación en un nivel de analfabeto… El analfabetismo, en fin, es inevitable si se supone que todos los ciudadanos han de poseer un título académico, si, además, cualquier distinción está mal considerada y si, en definitiva, la democracia no es entendida ya como igualdad de oportunidades sino como nivelación por el más bajo rasero”.
Imaginemos que algunos periódicos del día siguiente situaban destacada la noticia de aquella conferencia, con titulares a cuatro columnas y una foto del conferenciante con la mano abierta, un gesto subliminal que recuerda al instante el ‘basta ya’ de tantas manifestaciones. Y un editorial elocuente: “Todos iguales, todos analfabetos.
Podemos imaginarlo así, tendremos que imaginarlo así porque, en realidad, la reflexión anterior se produjo y llevaba la firma de una persona ilustre, sí es real, pero con una sola diferencia sobre lo que hemos imaginado: que no era una conferencia sino el fragmento de un ensayo escrito por Francisco Ayala en 1978 sobre el momento actual de la cultura. ¡Hace 31 años! O sea, cuando a España le quedaban todavía un sin fin de reformas educativas por delante, entre ellas la ‘revolución’ de la Logse y la que está por llegar, del plan Bolonia, un gran ideal que, a lo que se ve, se va degenerando igualmente por los mismos derroteros de igualitarismo. Ayala ha muerto. El escalofrío de estas reflexiones viene bien para mantener el recuerdo de su excelencia y la contundencia de sus advertencias. Treinta y un años han pasado… Produce vértigo pensar dónde estaremos ahora.
1 Comments:
El Prof. García Amado escribió hace algunos días esta reflexión, entre divertida y trágica.
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