El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

08 junio 2009

Hamlet


A Griñán se le ha aparecido el fantasma de Chaves, deambulando por los pasillos de la casa Rosa, como a Hamlet se le apareció en sombras el alma de su padre, en la explanada del castillo, para ponerlo frente al espejo de su propia capacidad, de su valentía, ante la tesitura de su personalidad, de su madurez. Chaves, el virrey andaluz depuesto, fenecido por la mano invisible de Zapatero, se le ha aparecido a Griñán para situarlo en la duda que corroía a Hamlet, el ser o no ser, hacer o no hacer, la coyuntura de tener que actuar o de inhibirse, de afrontar los problemas o mirar para otro lado. Quizá no esperaba Griñán que le estallara en el primer acto la herencia de su mentor, que le aparecieran esos fantasmas, pero ahí están las nuevas denuncias sobre el nepotismo de Chaves y el nuevo presidente, el príncipe Griñán, ya no tiene otra alternativa que plantearse su duda esencial. Ser o no ser. La duda esencial de actuar como presidente o mantenerse como subordinado.

De momento, el presidente y muchos de los de su equipo parecen haber optado por el silencio, quizá por la falta de directrices claras en el partido sobre qué hacer, qué decir; o quizá para no importunar con un desliz al fantasma, tan suyo, tan dado a ordenar silencio sobre los temas que le afectan. Pero el escándalo en esta ocasión ya no se puede ahogar, como los anteriores, en el régimen andaluz, porque Chaves es ahora vicepresidente del Gobierno y, antes o después, lo quiera o no lo quiera, acabará compareciendo en el Congreso para dar las explicaciones a las que está obligado. Y que diga en esos escaños, otra vez, eso que mantenía ayer en la carta de rectificación que envió a este periódico. Es tan burdo el desmentido que se limita a enredar con eufemismos, su gobierno –dice- “no aprobó” ninguna subvención a la empresa en la que trabaja su hija, lo único que hizo fue “ratificar por imperativo legal un incentivo”. La Real Academia define ratificar como “aprobar o confirmar actos, palabras o escritos dándolos por valederos y ciertos”, y éste es el verdadero valor político y jurídico de lo sucedido, que el Gobierno andaluz tenía potestad para ratificar la subvención o para rechazarla. Y al figurar su hija como apoderara de la empresa, la ley de incompatibilidades y, más allá, la ética más elemental que se le puede exigir a un alto cargo le obligaba a inhibirse de ese acto que ahora nos quiere presentar como un mero trámite administrativo.

Al príncipe Griñán se le ha presentado el fantasma de Chaves, enfurecido y soberbio, por los jardines de la Casa Rosa. Y ahora está en la tesitura del actuar o no actuar, porque dice la ley de incompatibilidades que es su Gobierno quien debe abrir un expediente sobre el asunto y resolverlo. Si Griñán, como dijo en el Parlamento en su toma de posesión, quiere desterrar la soberbia, si debemos tomarlo en serio cuando anuncia transparencia, que instruya el expediente por las subvenciones a Matsa y, luego, que lo entregue en el Parlamento junto con todos los documentos. Eso es transparencia. Como Hamlet, no hay tintas medias. Ser o no ser.

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