El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

08 junio 2009

Cabronazo


Sabemos por los tribunales de Justicia que el insulto forma parte de la política y conocemos, igualmente, por lingüistas, historiadores y curiosos que España es uno de los países donde más y mejor se insulta. Hablamos del insulto grueso, no la descalificación severa o la crítica acerada, que a menudo se confunden con insultos en la política. No, hablamos del taco, el escupitajo verbal, de la expresión malsonante, grosera, humillante, contundente y sucia. Aquello que Lázaro Carreter definía magistralmente como “la palabrota expelida por el malhablado cuando se le disparan los humores, como el pequeño burujo impulsado por el proyectil, el regüeldo, pues no poco de eructo tiene el ajo oral”.

Con frecuencia se publican ensayos y recopilaciones sobre los insultos en la política, pero es posible que ninguno de ellos haya llegado a profundizar en la génesis del eructo político. Tengo varias dudas al respecto: ¿el insulto es más de izquierda que de derechas o no tiene nada que ver? En cualquier caso, ¿quién insulta mejor? ¿Se insulta ahora más que antes? ¿Tienen todos los insultos la misma calidad? Fíjense que, incluso, el análisis pormenorizado del insulto podría llevarnos a un retrato cualitativo de la clase política en cada etapa de la historia.

Parafraseando el dicho, somos como insultamos. Que no es lo mismo el ‘cabronazo’ que Sánchez Gordillo le ha soltado al consejero de Empleo que aquellos insultos de Alfonso Guerra en sus años grandes. “Tahúr del Mississipi” le dijo a Adolfo Suárez; a Soledad Becerril la definió como “Carlos III vestido de Mariquita Pérez”; a Loyola de Palacio como “la monja alférez” y a Zapatero como “Bambi”. Ya ven la diferencia. Lo primero es un insulto inteligente, culto, acerado, cruel; lo segundo es un latigazo grosero, un brochazo chabacano, un eructo.

De todas formas, pese a la tosquedad, que nadie piense que lo de Sánchez Gordillo ha sido un arrebato. No, lo suyo, a ver, es una copia exacta de la forma de hablar de los dictadores bananeros a los que idolatra, como Hugo Chávez o Castro, vomitadores permanentes de tacos en sus discursos. El insulto en Sánchez Gordillo es, en fin, el ejemplo claro de lo que hablábamos antes, la posibilidad de establecer alguna conexión entre la ideología y el taco. Y a Sánchez Gordillo lo que le faltaba para creerse la reencarnación de Carlos Marx y Lenin juntos es que The New York Times lo haya retratado estos días en un insólito reportaje sobre Marinaleda. Andalucía exporta tópicos de forma permanente y éste ha sido el último, Sánchez Gordillo, el clon jornalero de Fidel Castro, con su barba, su camisa desabrochada, su pañuelo palestino y una aureola de leyenda: “Mister Sánchez cuenta cómo fue encarcelado siete veces y ha sobrevivido a dos intentos de asesinato, uno a manos de un líder fascista y otro de un enfurecido mando policial", dice el diario norteamericano. No saben el daño que le están haciendo al pobre alcalde… Como decía Guerra, el gilimarxismo está en su apogeo.

Etiquetas: , ,