Trastornos
La política y el fútbol comparten uno de los trastornos de personalidad más habituales que se produce en la esfera pública. Se puede diagnosticar con facilidad en ciertos tipos –no a todo el mundo le sucede, claro- que padecen un cambio brusco de ánimo y razón en cuanto pisan la moqueta de un despacho.
En el fútbol, este trastorno lo vemos cuando reconocidos empresarios, eminentes abogados o ilustres cirujanos deciden hacerse cargo de la presidencia de un club. La ilógica del fútbol cortocircuita sus neuronas lúcidas y produce un engendro peligroso. Unas veces, endiosados, otras humillados, el presidente de club trastornado ya no recupera jamás la cordura hasta que, pasado un tiempo, abandona el cargo y vuelve a la vida que abandonó. Entonces, es posible verlos deambular alguna tarde de otoño, como espectros de sí mismos, empeñados en su rehabilitación como personas normales, que es la rehabilitación más dura que existe.
En la política, ocurre igual. “¿Cómo es posible que este hombre diga estas cosas?”, nos preguntamos inútilmente cuando los vemos, allí, tipos que antes se caracterizaban por su cordura, por su cultura, por su rigor, y aparecen ahora dominados por su trastorno de cargo público. La capacidad de raciocinio, de ponderación, se nubla para siempre.
Lo peor es que esos tipos pierden totalmente la noción del interés público. El poder, la formidable maquinaria de la burocracia política, es una inmensidad que funciona con esquemas muy estrechos. Allí dentro se crea una ‘micropolítica’, una red de intereses artificiales que, sin embargo, tienen para ellos la consideración del interés general.
De los casos más recientes, ninguno como el Consejo Audiovisual. El presidente de este consejo, Vázquez Medel, al que se tenía por un reconocido investigador universitario, ya es una causa perdida para el interés público. Y no sólo porque presida un consejo perfectamente prescindible, sino porque ya no atiende a razones. Definitivamente, ha caído enfermo del síndrome del presidente de fútbol. A quien le critica, sólo le concede dos salidas: “es un ignorante o, peor aún, no quiere que exista el Consejo Audiovisual”.
En ese dilema, podemos instalarnos en el ‘peor aún’. Ese Consejo es un derroche de muchos miles de euros, un nuevo órgano para camuflar el control descarado de la información en Canal Sur, otro pilar más al servicio del mismo interés político. Tal y como está concebido y diseñado, ese consejo no sirve de nada, no aporta nada. Acaso sirve para que el transmutado Vázquez Medel crea que el futuro y el bienestar de Andalucía pasan por su despacho. Pero no es así, por suerte para Vázquez Medel y para Andalucía.
En cualquier caso, la duda es a cuántos más de ese Consejo les ocurre lo mismo, la transmutación. Se puede extender a todos, pero sobre todo al PP y al PA. Si estos partidos consideran que el PSOE ha convertido el Consejo en un órgano “inútil”, ¿qué hacen sus consejeros allí dentro?
5 Comments:
Talantero tiene razón. No debemos desacreditar la política, y mucho menos a los dirigentes políticos. Al fin y al cabo, todo lo hacen por nuestro bien, y sin ellos ¿qué sería de nosotros? Entiéndenos Javier, no te estamos diciendo que seas un fascista, sino que con tu actitud favoreces a la chusma fascista. Sí, ya sabemos que lo haces con la mejor intención, pero ¿no ves que le estás dando argumentos al enemigo? Claro que se cometen errores, todos somos humanos, pero si todos colaboramos lo conseguiremos. Haznos caso Javier. Es por tu bien... y el de los tuyos.
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(¡Te cagas en las bragas, colega!)
Es como la reciente sentencia del Supremo que dice que sería inconstitucional condicionar la política interior del gobierno mediante resoluciones judiciales. Pero no son estas resoluciones las que condicionan, son ellos mismos, los políticos, mediante una ley aprobada en el Parlamento, la ley de partidos. Otra cosa es que ahora no les sirva y no tengan cojones de derogarla por temor a perder esa moqueta de la que habla Javier. Que sí, hombre. Que lleva razón, que aquí lo que importa es ganar, aunque no se juegue limpio. Cabe mayor desprestigio.
Me encanta la pintura, disfruto viendo cuadros hermosos, y fui capaz de aplazar un viaje de vuelta de Madrid por ver la magnífica exposición de Sargent-Sorolla, hace unos días. Cada vez que tengo un rato libre en las veces que tengo que ir a Madrid por motivos profesionales, me voy al Museo del Prado. Pero un amigo me dijo un día: Aunque nos guste muchisimo la pintura, seamos capaces de estar viendo y admirando un mismo cuadro cien veces, NO por eso estamos capacitados para dirigir un Museo.
Algo similar les pasa a estos académicos, que porque sean muy inteligentes, que lo son, ni porque sean muy honrados, que seguro que muchos los son, NO están capacitados para realizar gestión política. La razón es que lo que podríamos denominar "síndrome de Pepiño Blanco". Si un tipo como éste está en la posición en la que está, cualquiera que sea medianamente inteligente se cree en condiciones de hacerlo, y hacerlo bien.
Pero claro como tienen que tragra varios "sapos", caen irremediablemente en la tentación del sectarismo, como se quedan sin argumentos ante quien los ha nombrado, demonizan a los que están "enfrente", convierten a los adversarios en enemigos.
Quiza es que en el fondo no son tan inteligentes como ellos se creen y que no son sino una muestra de la "realidad" de la Universidad española.
Amigo lopera, los dientes se me han puesto como los de Ronaldhino o como se escriba, ¡Mira que me gusta el brasileño!…pero si Sorolla hubiera sido futbolista las rabonas y las colas de vaca se hubieran confundido en un arcoiris de ocres luminosos sobre un azul profundo del que no esperas más sorpresa que el blanco mediterraneo cegador del balón que entra por toda la escuadra. ¡Qué suerte has tenido de retrasar el viaje, mamón!
Aquí sólo hay gris.
Exacto, Javier. Que te quede claro que todo aquel que, con una u otra coartada intelectual, haya defendido la existencia de este engendro absurdo, un mero pesebre que sólo sirve para tirar el dinero de la gente, para colocar amiguetes, para intentar llevar a los medios por el ronzal de la corrección política y para constituirse antes o después en una seria amenaza a la libertad de expresión, lo único que busca es asegurarse su correspondiente ración de mangoneo mediático.
Y las excusas de Arenas además son de traca. De traca democristiana. Porque dice que este chiringuito liberticida es importantísimo para proteger a la infancia, como si para proteger a la infancia no estuvieran ya los padres. Vamos, que los padres andaluces van a caer de hinojos implorándole a Javierito Arenas que proteja a sus hijos ... pero de los afanes adoctrinatorios de Arenas.
Además, talantero, entérate que decir lo que yo estoy diciendo no es atacar a todos los políticos españoles. Porque da la casualidad de que en España hay una presidenta de comunidad autónoma, Esperanza Aguirre, que como buena liberal, no sólo no ha inventado excusa alguna para poner ningún CAC sino que incluso ha tomado la iniciativa de eliminar el existente, para alivio del bolsillo de los madrileños.
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