Nos engañan
Nos engañan. Esa es la sospecha primera, quizá el desencadenante fundamental de esta crisis que arrasa el mundo. Nadie le dice la verdad a nadie y llega un momento en el que, como ocurre siempre en la vida, el pus acumulado de la falsedad erupciona como un volcán disperso, común; erupciona en las sedes de los bancos, en las empresas, en las casas, en los gobiernos, en los estados, en las instituciones, en los mercados, en las empresas... Demasiados años en los que nadie decía la verdad y ahora el estallido de la crisis se asemeja a esas bombas de racimo por su terrorífico poder devastador entre la población civil.
Nos engañan, y tiene que ser porque la verdad todavía se oculta por lo que la ministra italiana de Bienestar, Elsa Fornero, rompió a llorar el otro día cuando anunciaba los recortes que se van a imponer allí para no seguir cayendo en el vacío. Estaría bien creer que ahí, en esas lágrimas, está el corazón de la crisis, que la estadística implacable de los parados y los arruinados tiene sentimientos, pero sabemos que no es así, que nadie puede creerse que a una mujer como ella, una prestigiosa profesional que ha entrado en el Gobierno hace menos de un mes con la única misión de aplicar un duro programa de ajuste, se le salten las lágrimas y se le haga un nudo en la garganta al pronunciar la palabra «sacrificio». Elsa Fornero llegó al ministerio con un sólo programa de gobierno, aplicar recortes al Bienestar, y si ahora sale llorando no debe ser por ampliar la edad de jubilación ni por subir los impuestos; si llora debe ser porque la quiebra del estado italiano que ha descubierto al entrar en el Gobierno será mucho mayor de la que esperaba, de la que aún hoy se admite e, incluso, mucho mayor de la que puede contarse sin que cunda el pánico.
Nos engañan, y la mentira de las lágrimas de Italia es la misma mentira con la que aquí se anuncia alegremente que las cuentas públicas de las autonomías están saneadas, que la deuda se ha controlado y que se ha logrado contener el déficit. Hace unos días, el Gobierno andaluz decretó cerrar el año un mes antes, a treinta de noviembre. Se 'cierra el grifo' del gasto corriente y un mes completo se esfuma de la contabilidad de 2011, quizá para camuflar el déficit real con el que se acabará el año. Cuando comience 2012, nacerá ya con la carga añadida del mes de pagos que se le ha hurtado a este año. Ingeniería financiera que se adopta en Andalucía, lo mismo que en Galicia, Cataluña o Castilla y León para que todos podamos concluir que sí, que nos engañan.
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