Mentes brillantes
Desde hace meses, cuelga de los balcones de algunos edificios europeos el retrato de una mujer con un velo negro. Cualquiera, al pasear por las calles de Roma, de París, de Berlín o de Bruselas, observa ese retrato amarillento, enlutado, y sabe, sin necesidad de leer nada más, que los ojos tristes de esa mujer, su mirada perdida y sus labios jóvenes, inexpresivos, derrotados, anuncian un episodio más de la barbarie del fundamentalismo islámico. Es la cara de Sakineh Mohammadi Ashtiani, la mujer iraní de de 43 años que fue condenada a ser lapidada por un adulterio y que ahora, como si se tratara de una medida de gracia tras la presión internacional, le han concedido la muerte en la horca, en vez de las pedradas. Hoy miércoles la van matar.
En Europa, la salvajada de Irán ha movilizado a asociaciones y ha provocado algunas protestas, pero en España apenas se ha plasmado en algunas noticias de periódicos y en un par de muestras de apoyo del Gobierno, la última, ayer, en el Congreso, alertados quizá por la inminencia del asesinato. En las calles, no existe la cara de Sakineh. Más bien, sucede lo contrario, aquí se jalea el fundamentalismo. Como ayer en Córdoba, ese lobby insufrible de feministas que eligió para su frivolidad la víspera del crimen. «No se puede demonizar a las mujeres que llevan burka sin demonizar también a las monjas con hábitos». ¿Hay que seguir aceptando que la Junta de Andalucía, con dinero público, respalde y apoye a esas señoras?
Hace unos días, en Málaga, en el ciclo de ‘Mentes brillantes’, el filósofo francés Bernard-Hernri Levy destrozó con una obviedad el peligroso relativismo que nos inunda. «La auténtica guerra de civilizaciones es la que se debe dar en el seno del mundo musulman entre moderados y radicales, entre el islam amigo de la democracia, favorable a la emancipación de la mujer y a los derechos humanos, y el otro islam facistoide». Una obviedad, sí, pero es que no hay más. Ése es el valor revolucionario de la obviedad en estos días.
En alguno de los reportajes que se han publicado estos días, se detallaba, extraído de un informe de Amnistía Internacional, de 1987, la secuencia de una ejecución en Irán; el relato de una lapidación contada por un testigo. «Un camión depositó un gran montón de piedras grandes y pequeñas junto a un erial, y luego dos mujeres vestidas de blanco y con la cabeza tapada por un saco fueron conducidas al lugar (...) La lluvia de piedras que cayó sobre ellas las dejó convertidas en dos sacos rojos (...). Las mujeres heridas cayeron al suelo, y los guardias revolucionarios les golpearon con una pala para asegurarse de que estaban muertas». Tendría que bastar eso para tener presente siempre dónde está el peligro de involución de nuestra sociedad. Para no olvidar jamás cuál es la amenaza principal de la civilización en este siglo. A las mentes brillantes le estaríamos ahorrando tener que recordarnos la obviedad. Y las bobas del Lobby nos ahorrarían a todos su impresentable estulticia.
Etiquetas: Feminismo, Iglesia católica, Islamismo, Progresía
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