El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

09 noviembre 2010

Las artes del rey moro



Mohamed VI, el rey de Marruecos, ha vuelto a hacer honor a su apellido, a su dinastía: como buen monarca alauita resuelve los problemas del Sahara con una ráfaga de engaños y otra de disparos. En víspera de las reuniones que se van (o que se iban) a mantener en Nueva York, auspiciadas por la ONU, entre una delegación de Marruecos y otra del Frente Polisario, ha arrasado un campamento de saharauis. Los soldados de Mohamed llevaban carros blindados; los saharauis se llenaron los bolsillos de piedras. Ése es el lenguaje de la diplomacia marroquí con el Sahara y con todo lo que tiene que ver con España; las enseñanzas del padre Hassan, la cultura de la extorsión permanente, del engaño, de la mentira a la que España ha terminado cediendo con esta política de sonrisas y silencio para no molestar. Ayer, la flamante ministra de Exteriores ni siquiera quiso esbozar un amago de condena. “Las noticias son confusas”, decía Trinidad Jiménez cuando en la web ya se veían imágenes de aquel caos y hasta el propio Gobierno marroquí admitía el enfrentamiento y un exiguo saldo de muertos.

Sonrisas y silencio. Cuando la política de Exteriores de un país se limita a la cesión permanente ante las reivindicaciones del vecino, cuando se interpreta que la colaboración y la buena vecindad consiste en mirar para otro lado cada vez que se plantea un problema, el resultado final no puede ser otro que las sonrisas y el silencio porque llega un momento en que ya no hay nada que decir. Esa política claudicante queda atrapada en sus propias contradicciones y, al final, ya nadie es capaz de distinguirla de la complicidad con las atrocidades del vecino. Lo debe saber muy bien, por ejemplo, el pobre presidente de la Junta, José Antonio Griñán, al que, hace un año, engañaron como a un chino en su visita a Marruecos. Quiso Griñán distinguir a Marruecos con su primera visita oficial y, aunque el monarca no se dignó en recibirlo, el Gobierno marroquí sí que lo utilizó como un pardillo. El presidente de la Junta quería que en su visita a Marruecos no se hablara de nada más que de la cooperación que le otorga la Junta de Andalucía y de la importancia de las relaciones comerciales, pero la televisión oficial marroquí lo sorprendió a solas en un pasillo, tras la reunión con el primer ministro, y le preguntó de sopetón por el etéreo ‘plan de autonomías’ de Marruecos, con el que el rey Mohamed quiere contentar a los saharauis y a la comunidad internacional. Griñán salió del paso como pudo; para no molestar, dijo que le parecía “una aportación interesante”, y al poco tiempo la noticia ya estaba en los telediarios marroquíes y en la web de Exteriores de ese país, como símbolo inequívoco del apoyo de España a los planes de Mohamed VI con el Sahara.

Ése es el rey moro, ésa es su política diplomática. El balance de España con su antigua provincia no puede causar más tristeza. Otro episodio vergonzante de la historia. En lo único que tenía razón la ministra de Exteriores en sus declaraciones de ayer es en eso que dijo de que el Sahara no es una cuestión de España, sino de la comunidad internacional y de la ONU. Sí, eso es verdad, ya no tenemos nada que decir. Lo único que tolera ya Marruecos de España y de regiones como Andalucía, que cada año le aporta decenas de millones de cooperación internacional, es el silencio.

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