Tabernas y plays
En el aguacero de la crisis, sólo hay dos indicadores que desafían pertinaces la ruina en Andalucía: Los bares y los juguetes de los Reyes Magos. Sube el paro, los sueldos se recortan, el PIB se congela, los concesionarios de coches dicen que han pasado «de la ruina a la hecatombe», las obras públicas se paralizan, bajan las pensiones, se ralentizan las inversiones, se cierran comercios y desaparecen empresas, los autónomos se desesperan, los funcionarios se rebelan, los currantes se bajan del andamio porque no hay dinero para acabar la obra. La economía va reptando por el desierto de una crisis que los expertos han descrito con una ele mayúscula, y sólo los bares y los juguetes de Navidad describen una curva ascendente de crecimiento.
La tiesura se ha detenido en la puerta de las tabernas y se ha vendado los ojos en las tiendas de juguetes. Lo cual, que estamos ante un retrato fiel de la sociedad que no conviene pasar por alto. Los bares, en los últimos cinco años, han crecido en Andalucía más de un seis por ciento y las previsiones para la campaña de Navidad señalan que la compra de juguetes para los Reyes Magos no sólo no se va a resentir por la crisis sino que también va a subir por encima del cinco por ciento con respecto al año pasado. ¿Qué está pasando? Cualquier gobernante sensato debería pasarse por las tabernas y por las tiendas de juguetes para hacerse esta pregunta. Sólo los soberbios y los pedantones, como cantaba el poeta, no saben leer la realidad en una taberna o en un mercadona. «Y pedantones al paño que/ miran, callan, y piensan/ que saben, porque no beben/ el vino de las tabernas». Bares de barrios obreros que a las siete de la mañana despachan ruidos de cafetera, alboroto de cristales en el fregadero y aroma de tostadas con aceite. Se juntan allí los que van a la obra y los que no van a ninguna parte pero que no saben hacer otra cosa que levantarse a las seis y pasarse por el bar, con más esperanza de tropezarse allí con un chapú que en la oficina de empleo. Los bares no decaen porque al personal no le queda otro consuelo que la apariencia de normalidad, el contacto mínimo con el vecindario, las cañas del mediodía y el anís de las mañanas.
La misma apariencia de normalidad será la que nos hace recortar todos los gastos de una casa, menos los juguetes de los Reyes Magos para los niños. Debe ser la exuberancia y la desmesura la que nos lleva a gastar tanto en juguetes; aún en la crisis mayor que hemos conocido, el personal le compra una media de seis juguetes a cada niño. No uno ni dos ni tres, sino seis juguetes, sobre todo juguetes electrónicos con gasto general que rozará los doscientos euros por cada niño. Apariencia de normalidad, sí, y también cariño de padres, pero sobre todo la mala educación; el autoengaño y la sobreprotección de los hijos, que son males extendidos por varias generaciones de adolescentes de esta sociedad.
Ha llegado el otoño y octubre ha dejado sin trabajo a otros quince mil andaluces. Mañana, en las tabernas, cuando la máquina del café resople con el estruendo de un tren de vapor, echará a andar un nuevo día. En la barra se oirán de fondo las noticias de la radio mientras el personal gasta bromas de fútbol. Las tabernas y las playstation quizá sean sólo una forma de desconsuelo.
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