El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

08 octubre 2010

Tiririca



Para buscarle explicaciones al presente, podemos experimentar con la célebre sentencia de Carlos Marx sobre el viejo vicio del hombre de tropezar dos veces en la misma piedra. «Hegel –escribió Marx– dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa». Sobre esa frase, rotunda y certera, podríamos establecer ahora una variación. Es cierto que la historia se repite, sí, pero no en todos los casos la sucesión de acontecimientos se produce de la forma que establece Marx, primero la tragedia y luego la farsa; muchas veces es al contrario, de forma que la aparición de un acontecimiento caricaturesco, burlón, sólo es la antesala de una degeneración mayor, el anticipo de una tragedia. Es como si la vida, la historia, colocara balizas de alarma con la degeneración cómica de un país, de un sistema, de una civilización. Una señal de alerta del destino.

Por ejemplo, qué significado puede tener que un payaso se convierta en la revolución electoral de unas elecciones, como ha ocurrido en Brasil con el payaso Tiririca, sin ninguna experiencia en la política. Desde este domingo pasado, Tiririca es el parlamentario con mayor apoyo popular de aquel país al cosechar más de un millón de votos. No es necesario decir que, por supuesto,Tiririca, que en portugués significa gruñón, no tiene ninguna experiencia en la política. De hecho, esa lejanía de la política la utilizó para convertirla, con una serie de lemas burlones y provocativos, en su principal arma de campaña. De hecho uno de sus eslóganes rezaba: «¿Qué hace un diputado? No tengo ni idea, pero vote por mí y se lo cuento». Y, sobre todo, el eslogan central de su carrera electoral: ‘Vote Tiririca, pior do que está não fica’. La rima se pierde en la traducción al castellano, pero no la contundencia del lema: «Vote a Tiririca, peor de lo que está no va a estar».

Hace años, en la desolación de la vida municipal de Sevilla, por la mediocridad y el despropósito, propuse de broma a un amigo inquieto con la deriva que planteara su propia campaña electoral con un eslogan sencillo. «Si Fredy es alcalde, por qué no yo». Fredy, el apelativo guasón con el que se conoce al alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, es uno de los dirigentes políticos con peor imagen entre la ciudadanía, con un rechazo más radical, y, sin embargo. es el alcalde con más años en el cargo de la historia democrática de Sevilla. Sólo ganó una vez las elecciones y, sin embargo, ha gobernado durante tres mandatos consecutivos. De haberse presentado, mi amigo podría ser ahora un populoso concejal sevillano. Como Tiririka.

La cuestión, en fin, es analizar por qué se producen estos acontecimientos; si, como se decía antes, estas elecciones extravagantes del electorado deben interpretarse como señales de un deterioro mayor. A mi juicio, no hay lugar a dudas: el desconcierto del electorado ante la ausencia de liderazgos y el descrédito de la política por la anorexia de los discursos sion los que conducen a la abstención y, de ahí, a la irrupción de candidatos irrisorios. Es la desconfianza de la política como medio para elegir a los mejores en el gobierno del pueblo. La elección de un payaso, de un radical, de un racista, de un populista trufado de fascismo son variaciones de una misma deriva: los antisistema. Una democracia necesita alimentarse de credibilidad a cada instante; a veces lo consigue con boutades. Pero para eso, hace falta interpretar a tiempo las balizas del destino.

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