Respeto universal
Los profesores que examinan del carné de conducir han comenzado esta semana unas jornadas de movilizaciones porque, según dicen, el oficio se está convirtiendo en una profesión de alto riesgo. No por los accidentes de los conductores noveles, no por los frenazos bruscos de los novatos en los atascos, los giros inesperados o los volantazos; no, se sienten cada vez más inseguros porque cada vez es más difícil comunicarle a un alumno que ha suspendido el examen sin que le peguen dos hostias. Que si una chica de 20 años se fue a buscar al profesor que la había suspendido y, con su novio y unos amigos, le dieron una paliza; que si a otro profesor lo cosieron a pedradas en plena calle; que si a otro más lo amenazaron de muerte unos matones por no darle el carné a un tipo...
Están asustados, se ven desamparados y pretenden, al igual que están pidiendo los profesores de escuelas e institutos, que también a ellos se les considere una autoridad pública. Que una paliza a un profesor de autoescuela no pasa, tras un juicio rápido, de cinco o seis meses de prisión que no se cumplen, y eso y nada es lo mismo. La cuestión es que, sumando peticiones, con ésta de los examinadores de tráfico, podemos reunir ya un abanico extenso de profesionales piden que se les considere autoridad pública, aunque ya vimos hace poco en Sevilla cómo también unos guardias civiles se sentían indefensos porque los vecinos los apedreaban.
«No sé si es por la crisis o porque la gente ahora viene con mucha menos educación, pero los alumnos vienen cada vez más agresivos», dicen los examinadores de tráfico. ¿La crisis? No, la crisis económica no tiene nada que ver en esto, que el dinero nunca ha sido garantía de modales ni de educación. Muchas veces, es más bien al contrario. No, el problema de los examinadores de tráfico es el mismo problema que arrastra toda la sociedad española: la falta de respeto y la crisis de autoridad. Y todo ello degenera siempre en aumento de la agresividad.
La cuestión es que, hasta ahora, el aumento de la agresividad en la sociedad no se analiza como conjunto, sino como un problema que afecta por separado a médicos, a profesores, a padres, a ancianos o a mujeres. Y con esa visión sectorial, con esa mirada parcial, nunca se abordará el problema de forma efectiva porque la causa de que los profesores de autoescuela sufran agresiones no está en el desempeño de ese oficio, de la misma manera que no lo está en la educación o en la sanidad. Como, probablemente, tampoco lo esté ya sólo en el machismo como causa del aumento progresivo de las agresiones a mujeres. La violencia no es de género ni de profesión, es una violencia general que nace de la crisis de autoridad. Quizá cuando hablamos de reformas estructurales en España, la más urgente sea de la que menos se habla, una reforma de la sociedad. Una reforma transversal, que afecte a todo y a todos. La reforma del respeto universal.
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