El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

26 junio 2009

La firma



La «verosimilitud» que ha encontrado el Tribunal Supremo en las denuncias contra el tesorero del PP, Luis Bárcenas, se rodea de varios razonamientos jurídicos y de consistentes sospechas de talones bancarios de pagos en efectivo, un patrimonio que se infla como un soufflé. Pero, como en otros tantos sumarios de corrupción política, al final, desde fuera la prueba que nos parece definitiva se resume muchas veces en la servilleta de un bar o en una agenda. Unas iniciales junto a otras, anotadas a bolígrafo. Como en este caso, las iniciales ‘L. Barcenas’ junto a otras, ‘P.C.’. En sí, no dicen nada, no demuestran nada, pero como siempre buscamos la prueba irrefutable de la vista, las ‘manos en la masa’, inercia de Santo Tomás, unas simples iniciales acaban inclinando definitivamente la balanza de nuestras presunciones. Luis Bárcenas al lado de Paco Correa.

En todos los grandes casos, siempre hay una anotación elocuente. En el ‘caso GAL’ estaba la cal, los huesos, el secuestro de un tipo que pasaba por allí, la evidencia de la ‘guerra sucia’, pero cuando apareció la abreviatura del «pte», todo el mundo señaló con el dedo al presidente, por mucho que se dijera que la anotación correspondía a un asunto «pendiente». O como en el ‘caso Ollero’, quizá el más rico e ingenioso en las anotaciones. Los ‘cerebros’ de la trama habían creado un lenguaje propio, encriptado y cutre, que identificaba a los comisionistas y a los extorsionados con motes referidos a sus apellidos. Aída Alvarez, la secretaria de finanzas del PSOE, era «ópera»; «Whisky» era DYC (Dragados y Construcciones); «Árbol» era Rafael del Pino, presidente de Ferrovial; «los papelitos» era el dinero; y «los papelitos ya están en la caja de zapatos» significaba que el dinero de la comisión ya estaba preparado.

Las denuncias sobre la posible incompatibilidad de Manuel Chaves en la subvención de diez millones de euros a la empresa en la que trabaja su hija como apoderada ha llegado ya a ese punto en el que, por encima de las evidencias, por encima de los argumentos legales, lo que se precisa ahora es la constatación del folio con una simple firma. Chaves, hasta ahora, se defiende con un rosario de palabras gastadas. Lo primero que dijo es que todo era «un montaje». No ha vuelto a insistir, quizá porque sus asesores le han advertido de la incongruencia de afirmar una cosa y la contraria, que todo es mentira pero que es verdad que su hija trabaja en esa empresa, que es verdad que esa empresa recibió una subvención de la Junta de Andalucía y que es verdad que él mismo, como presidente, ratificó esa subvención. Por eso, ahora, como volvió a hacer ayer, Chaves se mantiene en el ataque caliente de la descalificación. A veces, dislocada: «Quien tiene que dimitir es Arenas, porque no gana elecciones».

Estamos, pues, en el instante preciso en el que tenía que aparecer el papel con la firma de la hija de Paula Chaves. A ver qué dice Chaves ahora que hemos visto la firma.

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