Trincheras
Dices que a tus compañeros de clase les ha cambiado la cara después de las elecciones. Que ahora están más relajados, como aliviados. Que lo has notado en el ambiente, en las bromas de los pasillos, en la cordialidad de las sentadas en el césped, en la relajación de las asambleas. No era así en las últimas semanas, a medida que se iba acercando la fecha de las elecciones fue creciendo a tu alrededor una tensión que desconocías; la normalidad con la que tú recibías las encuestas que vaticinaban una mayoría absoluta del Partido Popular se transformaba en crispación en las aulas, en enfado. Hasta llegaste a pensar una vez que quizá eras tú la equivocada, que quizá tenían razón quienes decían que había que parar a la derecha, que no se podía permanecer impasible ante la invasión. Y luego, en los mítines, también los dirigentes de varios partidos lo decían, que las conquistas sociales estaban en peligro, que los derechos laborales estaban en peligro, que las libertades estaban en peligro, que la democracia misma estaba en peligro.
Dices que ahora todo eso ha cambiado, que las urnas han liberado el ambiente y ha vuelto la normalidad, y hasta los encierros que se habían programado para esta semana ya se han desconvocado. Eran encierros contra la Reforma Laboral pero, en realidad, se trataba de encierros preventivos, por si ganaba la derecha en las elecciones; para que todo estuviera programado. Que ha ganado la izquierda en Andalucía, y no hay de qué preocuparse ahora. Los sondeos estaban equivocados y todo ha sido como un mal susto, una pesadilla que por fortuna ha pasado. Y de ahí, del susto, es de donde nace esta euforia de ahora, mucho más acentuada que la alegría previsible, más intensa que la satisfacción esperada. Dices que la gente, sencillamente, está contenta porque piensa que han vencido a fuerzas superiores que se habían alineado para que aquí ganara la derecha, poderes fácticos, el interés de los mercados, el capitalismo agazapado. Ese era el peligro y el peligro, en Andalucía, se ha conjurado.
Dices que te quedaste asombrada en la primera asamblea del lunes, en la universidad en la que estás, en la clase de Ciencias Políticas en la que el profesor abrió el debate con los alumnos para analizar el resultado de las elecciones. Uno tras otro, los alumnos que ahora ya están felices explicaron que la sociedad andaluza ha sabido interpretar a la derecha, a la verdadera derecha, a la que se esconde tras las siglas y las sonrisas azuladas de las vallas de publicidad. “Es normal que la gente no haya querido votar a Arenas porque le tiene miedo a que vuelva la Guerra Civil y los fusilamientos”. Dices que un alumno se puso en pie, que lo dijo así, y que otros muchos compañeros de clase, estudiantes de 18 y 19 años, lo respaldaron con gestos de asentimiento. Tú te levantaste indignada para protestar. ¿Guerra Civil? ¿Fusilamientos? Pero la mayoría de la clase estaba de acuerdo con el riesgo que se había corrido, porque había oído historias de su familia, o de sus conocidos. Dices que el propio profesor terció en el debate para darle la razón a los primeros porque, según explicó, nadie puede obviar que la extrema derecha está incrustada en el Partido Popular. Dices que no entiendes nada y yo, en fin, comprendo tu desconcierto. En una universidad andaluza, ochenta años después sigue calando la triste figura de un dictador al que muchos de ellos ni siquiera sabrán ponerle nombre. Esta es Andalucía, sociedad de trincheras.
1 Comments:
Y aún hay quienes piensan que la democracia es racional...
Saludos
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