El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

27 enero 2011

Elogio de la normalidad



Fue Hellen Hunt cuando se asomó al hueco de la escalera para gritarlo con todas sus fuerzas, porque ya no podía soportarlo más: «¡Pero, Dios mío!, ¿es que no puedo tener un novio normal?» Sólo eso, nada extraordinario, un novio normal; ni un príncipe ni un dentista, ni un notario ni un futbolista, tan sólo alguien normal, bajito si no hay más remedio, incluso calvito y cervecero se aceptaría, pero normal. Y Hellen Hunt había conocido a Jack Nicholson y, por un momento, le pareció que su vida sentimental, que siempre había sido un desastre, se iba a enmendar con aquel encuentro inesperado, como un ramo de rosas que llega a primera hora de un miércoles cualquiera. Pero no, también la ternura del personaje de Nicholson en aquella película tenía como límite las constantes manías de un tipo como él, un escritor de éxito con un trastorno obsesivo. Por eso el desahogo del hueco de la escalera.

La cuestión es que esa reivindicación a gritos de la normalidad puede parecernos un hallazgo aplicable a muchas facetas de la vida. España, por ejemplo, es un país propicio para salir cada mañana al balcón o al patio interior del bloque de pisos y gritar entre los tendederos de sábanas y calzoncillos: «¿Es que no podemos tener un país normal?». Escucha uno la radio y las noticias se van acumulando en la sien hasta que explota la paciencia. Sólo eso, un país normal, ni Estados Unidos ni Finlandia, olvidemos el sueño de convertirnos en Dinamarca con buganvillas. Sin que la Justicia nos saque de las casillas, sin que los asesinos se burlen de las víctimas en el juicio. Un país en el que los nacionalismos no pongan a hervir las entendederas. Sin que el Gobierno se empecine en complicarnos la vida con leyes estúpidas y enfrentamientos nuevos. Sin que los ayuntamientos nos atosiguen con impuestos y rotondas nuevas. Sin que las obras públicas se alarguen hasta el infinito. Sin que los profesores entren con miedo y desgana en la aulas. Sin que el mangazo y el despilfarro estén en la agenda de noticias de todos los días. Sin esa colección de pícaros que se multiplican en los peores tiempos, que son estos tiempos de tiesura. Un país en el que la palabra dada no se la lleve siempre el viento; una sociedad normal, crítica y exigente, para un país normal.

Cuando la aspiración es simplemente ser normales, es fácil comprender que estamos en la escala básica de la evolución. Cuando la meta está en ese rasero, lo que todos tendríamos que aprender es que la asignatura que tenemos pendiente es la normalidad. A partir de ahí, es posible que todo sea más sencillo. En la peli de antes, ‘Mejor Imposible’, lo describen muy bien. «Si vas a darme esperanzas, tienes que hacerlo mejor que hasta ahora. Si no puedes ser al menos ligeramente interesante, mejor cierra el pico. Porque yo me estoy ahogando y tú me estás describiendo el agua». Sería aplicable a este tiempo de promesas que nos espera con dos años de campañas electorales para todas las administraciones del Estado.

Etiquetas: ,