El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

20 junio 2006

Saliva

Juan de Mairena era contundente en sus sentencias. Algunas cosas de la vida pública, por ejemplo, las tenía claras. Cuando veía ese ajetreo de promesas, idas y venidas de grandes palabras, que son como una cascada diaria del oropel de las buenas intenciones, sentenciaba con crudeza: «Se miente más que se engaña y se gasta más saliva de la necesaria».

Sentencia y, acaso, condena porque decía Juan de Mairena que hay siglos que pueden durar más de cien años. Decía que «los siglos no empiezan ni terminan con la exactitud cronológica que fuese de desear, y que algunos siglos, como el suyo (el XIX), bien pudieran durar siglo y medio». Será por esa razón, porque el destino traza una línea recta hacia el infinito en algunos vicios y virtudes de las sociedades, por lo que cada día que pasa seguimos constatando aquel aforismo sobre la mentira en política. Más perfeccionada ahora, más sutil. Más mentirosa.

Un ejemplo de estos días. Lo que ocurre en Marbella, por ejemplo, con el conflicto de los cinco miembros de la gestora que han sido declarados incompatibles por un informe jurídico. Los tales mantienen, al margen de su actividad en la gestora, una actividad privada (la mayoría de ellos bufetes de abogados) que es incompatible con la función que desempeñan. Lo extraordinario es cómo han acogido los afectados el informe que los declara incompatibles. El más locuaz ha sido el presidente de la gestora, nombrado por el PSOE: «Esto nos condena al hambre».

Escuchando este dramatismo de estómagos vacíos, cualquiera diría que el presidente de la gestora no cobra seis mil euros brutos al mes en el Ayuntamiento de Marbella, pero los cobra. De todas formas, el suyo no ha sido el disparate más grave. Lo peor es que los dirigentes de los partidos políticos afectados, en vez de exigir el cumplimiento estricto de las incompatibilidades, han decidido que la solución ideal es hacer la vista gorda. «Una revisión positiva», ha dicho con genial eufemismo el coordinador de IU. Que se tenga constancia, sólo el PP ha pedido que se aplique las incompatibilidades, aunque no consta que lo haya llevado a cabo.

Podrá argumentarse, como se está haciendo, que es excesivo un régimen de incompatibilidades así en una gestora que dura diez meses, y es verdad, pero no es ése el problema sino el espectáculo que se está ofreciendo. De lo que se trata, vamos a ver, es de la existencia de una clase política que por la mañana se vanagloria de aprobar la normativa de incompatibilidades más rígida que existe y, por la tarde, se pide árnica a sí misma para incumplirla. Pues no. Las leyes, cuando se aprueban, se cumplen. Y deben cumplirlas, sobre todo, quienes las elaboran y las aprueban. Y en Marbella, en la Marbella del saqueo y la corrupción, el rigor en el cumplimiento de la Ley no puede ser ocasional. Ese no es el ejemplo que se espera de la gestora. Gastar saliva en esos engaños sólo nos conducirá de nuevo a Gil.