Rutinas
Hay funcionarios de vocación. Este hombre de pelo gris es uno de ellos. Funcionarios como aquel que retrataba Benedetti en La Tregua, a punto de jubilarse, que encontraban su paraíso laboral en el orden y la rutina. «Lo que menos odio es la parte mecánica, rutinaria, de mi trabajo: el volver a pasar un asiento que ya redacté mil veces, el efectuar un balance de saldos y encontrar que todo está en orden, que no hay diferencias que buscar».
Este hombre de pelo canoso y amplias entradas, de gafas redondas y cara alargada, es así. Un funcionario veterano que llegó a la autonomía en el mismo paquete que las competencias transferidas de la Consejería a la que pertenece. No le incomoda su trabajo; lo único que le exaspera es el descontrol. Ahora está delante de mí, apurando con lentitud un café de media tarde, aspirando con ansias un cigarrillo que en este local no es furtivo.
«Verá le he llamado porque me descompone el despilfarro cotidiano de la Junta de Andalucía. Ya sé que quizá no sea una noticia de gran interés para su periódico, que pueden parecerle minucias. Lo sé, pero si le soy sincero quiero contarle estas cosas por puro egoísmo. Cada día se me hace más cuesta arriba llegar a mi trabajo y he pensado que, contándoselo, me aliviaría. Soy funcionario de carrera, creo en la función pública y en el buen uso del dinero que pone en nuestras manos el contribuyente. Administramos el dinero de todos, y ése es, precisamente, el principio que se olvida aquí. El servicio público, ¿me entiende?»
En el segundo café, ha sacado de un maletín una carpeta blanca, de cartón, con el anagrama verde de la Junta. «Mire, la Junta de Andalucía tiene 234.722 empleados públicos. Eso supone el 32 por ciento anual del presupuesto. ¿Inevitable? ¿Excesivo? Calcule usted mismo, en Cataluña, con un millón menos de población, tienen 133.450 empleados y en Valencia disponen de 116.449 funcionarios».
El hombre del pelo gris se ha quedado un momento en silencio. «Mire, por ejemplo, lo que ocurre con los coches oficiales. Aquí, de director general para arriba, todos tienen chófer y coche. En mi Consejería, tenemos seis directores generales y cinco conductores. No se puede imaginar el problema... Todos ellos, que son cargos técnicos a fin de cuentas, disponen de aparcamiento privado, pero nadie utiliza su coche particular; todos quieren que los recojan en sus casas y que estén a su disposición todo el día. ¿Una minucia? Multiplique... Comience por ahí. Encontrará partes falsificados con horas extraordinarias que no existen y días de trabajo de catorce o quince horas. Empiece por ahí. Otro día hablamos de la publicidad, de los móviles, de los asesores o de las promociones...»
Al despedirse, había un gesto de relajación en su cara. Como si mañana pudiera volver a la rutina sin sobresaltos de despilfarro. Como aquel funcionario de Benedetti. «El trabajo rutinario no me cansa porque me permite pensar en otras cosas y hasta (por qué no decírmelo a mí mismo) tambíén soñar. Hoy fue un día feliz: sólo rutina».
5 Comments:
¡Chapó!
Hay novelas que caben en un artículo. Hoy Caraballo ha escrito un relato magistral que refleja el color de Andalucía. ¿Blanco y verde? No. Gris ceniciento. Rutina pura. Y ese funcionario que es la garganta profunda. ¡Ay si los funcionarios hablaran! O si los periódicos se dedicaran a seguir las pistas que van dejando por el camino...
Caraballo como Cisneros parece decir a quien corresponda: "estos son mis poderes". Si la publicacion de la cita y de los comentarios estaba pactada con el funcionario, no hay nada que reprochar. Pero si no lo estaba la publicacion de esa columna pone en un brete al funcionario en cuestion, porque ya se encargara la cheka del entramado juntero de identificar al funcionario primero y de hacerle la vida imposible despues.
A mi me llama la atencion la ingenuidad de determinados comportamientos. Estamos todo el dia pensando mucho lo que vamos a decir en publico; desconfiando de las comunicaciones telefonicas y ahora este dialogo.........
Y por cierto, no hay porque mofarse de la rutina. Una vida de rutina seria aquella en la que no tendriamos un dia si y otro tambien un nuevo escandalo politico administrativo: de dinero, de trafico de influencias, etc. etc.
Conociendo al anfitrión, estoy seguro de que no corre ningún peligro su "fuente".
Pero me apetece plantear el problema desde otro punto de vista. Me consta que hay (¿muchos?, ¿pocos?) funcionarios desesperados por verse de forma contínua desaprovechados, trabajando muy por debajo de sus posibilidades. En muchos casos porque su nivel profesional, cultural y educacional está muy por encima del jefe de turno nombrado por el "baranda del partido". En otros casos porque el jefe de turno NO sabe sacar provecho de las muchas potencialidaades que tienen los que trabajan a sus ordenes. Y finalmente porque se han creado servicios que no tienen ningún trabajo que hacer para que se pudiera colocar, una vez más, el "baranda del partido".
A lo que apunta Lopera in the nest hay que añadir la continua externalización (o subcontratación) de servicios. Siendo el número de funcionarios extraordinariamente elevado, también es muy alta la partida presupuestaria dedicada a servicios externos, sobre todo si se tiene en cuenta que entre los funcionarios, interinos y mediopensionistas hay gente válida y eficaz que puede realizar con garantía el trabajo que se encarga a terceros.
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