Paranoias
Hay varias formas de tomarse los fastos del Día de Andalucía desde la grada de los condecorados. Ayer, Carlos Edmundo de Ory esbozó una coña surrealista para agradecer su reconocimiento de hijo predilecto y, quizá sin pretenderlo, se convirtió en el santo y seña de la celebración. Casi todo ayer fue surrealista. Como Ory. «Pedazo de premio», dijo.
Los premiados eligen siempre de entre ellos a la persona más versada en discursos o a la más representativa para que esboce unas palabras de agradecimiento por la condecoración recibida. Como quiera que los discursos de Chaves siempre dicen lo mismo, que siempre es la nada decorada, la nada dicha a trompicones, el discurso de los condecorados adquiere la responsabilidad enorme de darle sentido a toda la celebración. Se recuerdan, así, algunos discursos grandes, como el de Emilo Lledó o María Victoria Uceda en los dos últimos años. Ayer la representación recayó en un poeta gaditano, Carlos Edmundo de Ory, y supo resumir el aire de cuanto pasaba con una parrafada surrealista que, acaso, nadie esperaba pero que todo el mundo agradeció. Risas por el absurdo.
Surrealista como la confusión de las manifestaciones a la entrada, entre los globos azules de la multitud que asediaba a Bisbal, las protestas rancias de los jornaleros de Sánchez Gordillo y el cabreo sordo de los propietarios de las viviendas de protección oficial. Entre tanto barullo, Chaves iba por la calle como bajo palio, acelerado y mirando al frente.
«Veo que ya se ha acordado de mí», le dijo De Ory al presidente Chaves, otorgándole al premio un carácter de concesión graciosa. El dedo de Chaves adquiere pocas veces esa notoriedad pública, aunque puede que hasta el mismo presidente agradeciera ayer la mención dedocrática. Es como lo que se decía en algunas emisoras de radio cuando, no se sabe bien por qué, les dio por referirse a los condecorados como los «amedallados». Las innovaciones ágrafas sobre el lenguaje aporta algunos hallazgos memorables. Como éste. Recibir una medalla no es igual que amedallar, que suena a anillamiento de aves. Pues eso. Y siempre será mejor la frescura poética de un poeta gaditano que el surrealismo bobo de la presidenta del Parlamento, que ayer batió todas las marcas. «El verde de la bandera andaluza –dijo– es medioambiental». No va más.
(Entre los invitados, Teresa. Llevaba en el bolso las fotos de sus nietos. «Son de hace dos años, ahora están mayores. A mí me chulean, son ya tan mayores... Mira, mira, cuánto se parece a su padre. Mira, mira, qué guapas son mis nietas». Teresa es la madre de Alberto Jiménez Becerril. A su hijo lo asesinó ETA junto a su mujer, Ascen. Teresa es hoy la tutora de sus nietos huérfanos. «Me hubiera cambiado por mi nuera», le oí decir en medio del bullicio. Cómo debe ser el dolor de esta gente, la resignación, que Teresa no dijo que se hubiera cambiado por su hijo la noche que lo mató ETA. Esa es nuestra peor paranoia).
2 Comments:
Estaría bien que las medallas y las condecoraciones se hicieran por votación popular, claro, sólo hace falta que añada usted a continuación en qué otra comunidad autonoma o pais del mundo se eligen las condecoraciones por referendum popular. A parte de Soledad Becerril, se le olvida a la niña que riega la albahaca que también esta entre los condecorados David Bisbal o Fosforito, este año, y en otras ocasiones gente como Carlos Herrera o Manuel Clavero, que no son precisamente del Partido Socialista. En el caso de los cantantes, ya ve usted, señora, es como intentar adivinar de que partido son Los del Rio, que tambien tienen medalla. Por cierto, lo de amedallados creo haberlo oído tambien. Es una incorreccion grave, no cabe duda. Lo del anillamiento que dice el autor de este Blog me parece fuera de lugar. Si no fue en canal Sur fue en la Ser, son los datos que puedo darle estimada niña de la albahaca.
Atentamente,
Honorato.
Creo que no se tendrían que dar medallas. Me parece una estupidez.
Publicar un comentario
<< Home