El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

17 febrero 2006

Monipodio


Somos una sociedad peculiar. España no tiene clara su identidad nacional, pero no hay dudas de su identidad sociológica. Somos un país de moral sui generis en el que el que roba a un ladrón tiene mil años de perdón; un pueblo en el existe una envidia que es sana y en el que la vista gorda significa, en realidad, vista ciega, mirar para otro lado.

Haber conquistado América, convertir España en un imperio en el que jamás se ponía el sol y ser uno de los estados más viejos de la vieja Europa no nos ha servido para mirarnos en una sola bandera, pero sí nos atraviesa, sin fronteras, un poso de moral alambicada, valores retorcidos, principios contradictorios que se dan la mano. La implantación de la picaresca se debe a un pueblo que la llevó a las más altas cotas del aprecio social. Ser pícaro tiene siempre un pase en España. Si no hubiera sido así, el pícaro no habría entrado en la literatura. Cervantes no hubiera escrito de Rinconete y Cortadillo, y no existiría el Lazarillo de Tormes o el Guzmán de Alfarache. Los llaman héroes del revés, psicología sin entrañas. No se hubiera dado la figura del pícaro en el XVI si no existiera el alguacil que hace la vista gorda. Como ahora en Málaga.

Lo que escandaliza del caso de los sobornos descubiertos en el aeropuerto de Málaga no es la existencia de un delito, de un guardia civil que se aleje de la rectitud del cuerpo y se ponga a cobrar comisiones a los pasajeros chinos. El prestigio de la Guardia Civil no presupone que cada uno de los agentes esté haciendo oposiciones de santidad. No. Lo que escandaliza no es delito, ya digo, sino la trama. Todos a una. Es la crudeza de tener que encabezar una información afirmando que cinco guardias civiles de la sección fiscal hacían la vista gorda para que otros catorce agentes cobraran cincuenta euros a los chinos a cambio de que nadie metiera las narices en sus equipajes.

Y no era cosa nueva ésta de la extorsión a los chinos, porque dicen ahora los afectados que ya era hora de que se supiera, que ya van para dos años los que llevan apechugando con la mordida. Y aclara Wei-chun Ku: «Lo que pasa es que a la comunidad china no le gusta denunciar; el carácter nuestro no es así. [Los chinos] se enfadaban por tener que pagar, pero lo hacían y punto».
Cultura china, picaresca española. La mitad de la plantilla de la Guardia Civil en el aeropuerto de Málaga ha sido detenida por su vinculación con el cohecho, y a la otra mitad habrá que verle la cara. De estupefacción o de chino, de esos a los que no le gusta denunciar. O porque también ellos valoran la picaresca como algo español.

— «¿Es vuesa merced, por ventura, ladrón?
—Sí —respondió él—, para servir a Dios y a las buenas gentes (...) Cada uno en su oficio puede alabar a Dios, y más con la orden que tiene dada Monipodio a todos sus ahijados».