El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

21 abril 2012

Pollo sin cabeza


El diez de septiembre de 1945, un granjero de Colorado, en Estados Unidos, cogió uno de los pollos que tenía en el corral y se lo llevó debajo del brazo hasta el tronco de madera, junto al cobertizo, en el que solía sacrificar a los animales. Colocó al pollo en posición y, con un golpe certero, le cortó el pescuezo. Fue a dejarlo sobre la mesa cuando, para asombro del granjero, el pollo dio un salto y salió disparado hacia el campo. Levantó la alas, se las sacudió, y siguió caminando como si tal cosa, pero sin cabeza. Primero acudieron su mujer y sus hijos a ver el fenómeno del pollo sin cabeza; luego los de las granjas de alrededor y, ya al final, unos científicos de la Universidad de Utah, que analizaron el caso y ofrecieron las explicaciones oportunas para explicar aquella maravilla de la naturaleza. Desde el primer día, desde que le cortó el gaznate, el granjero convirtió aquel pollo sin cabeza en su favorito, el mejor del corral, y, seguro ya de que nunca podría hincarle el diente ni aunque su mujer le preparase la mejor pepitoria, dedicaba varias horas al día a alimentarlo, introduciéndole con una pipeta de laboratorio gotitas de agua por el esófago y algunos trocitos de maíz. Lo exhibió por ferias y concursos, “¡El extraordinario caso del pollo sin cabeza”!, y cuando ya le había ganado 4.500 dólares en las exhibiciones, un mal día al pobre pollo se le atragantó un grano de maíz en el trozo de pescuezo que le quedaba y la palmó asfixiado.

Como los americanos convierten cada parcela de su historia en un show patriótico, de la historia del pollo sin cabeza de Colorado se han editado libros, múltiples reportajes, dispone de página web, ‘The headless chicken’, y hasta le quieren construir un monumento como símbolo del lucha y de coraje por vivir. Pero toda esa fanfarria es sólo la anécdota local: el pollo de Colorado es la demostración más llamativa de una simetría superior. Cada desvarío humano, tiene su simétrico en el mundo animal: el desastre estruendoso de un elefante en una cacharrería, el placer ordinario de un cochino en un charco, la libertad anárquica de un gorrión. Y el pollo sin cabeza. Este tiempo que vivimos, que tanto trabajo nos cuesta entender y calificar, es, sin duda alguna, un tiempo de pollo sin cabeza. Asómese cualquier día al balcón de las noticias y quédense un rato a escucharlas en orden descendente. Primero, los sobresaltos de las Bolsas que van cayendo, parqué a parqué, de oriente a occidente; luego, la angustia de la deuda gigante de España en los mercados financieros, que deja la quiebra pendiente de un hilo. Luego, un escalón más abajo, la política nacional, crispada y previsible. Nunca se detiene la política española en un momento de normalidad, todos los argumentos tienen un fin electoral. Ya al final, la política andaluza, este oásis: Aquí, extrañamente, ni son necesarios los recortes ni hay nada que ajustar. Sencillamente, no existe conexión alguna entre la realidad política andaluza y la secuencia de acontecimientos internacionales. Pero es que, más allá, tampoco parece que exista conexión alguna entre la política andaluza y la realidad andaluza. El pollo sin cabeza de Corolado estuvo vivo 37 días; aquí vamos tirando desde hace años, sin saber muy bien cómo es posible, y sin embargo nadie nos estudia como fenómeno.

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