El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

20 abril 2012

La cena de los idiotas


El otro día, qué risa, nos pusimos a charlar con unos amigos y a poco estuvimos de acabar revolcados por el suelo, de las carcajadas que dábamos. Qué ocurrencias, qué cosas, y todo verídico, como decía aquel humorista. Hablábamos de lo mal que están las cosas, de la crisis y todo eso, y entonces uno nosotros, con gesto serio, aprovechó un silencio de la conversación para hacer de la voz del dios inmisericorde y justiciero. En el momento de silencio que hay en toda cena, cuando acaban de servir un plato y sólo se escucha el tintinear de las copas o de los cubiertos danzando por el plato, que si las espinas de la lubina, que si los nervios del chuletón, en ese silencio atronó su voz de barítono: «Haz de saber, hermano, que dios castiga al avaro con el mayor desprecio, porque escrito está que un día amanecerá con un vestido de saco de arpillera como toda pertenencia. ¡¡Y vosotros, hermanos, sois grandes pecadoreeees!!» Todo fue decirlo y al sobresalto del vocerío le sucedió una carcajada general, que casi nos tira por el suelo.

La culpa de todo, ya verás, la tiene Andrés, que comenzó contando lo aliviados que están ahora en Canal Sur con las elecciones andaluzas, porque han estado acojonados de verdad. Es normal, por otra parte: tal y como está la profesión, los de Canal Sur saben que ni por asomo van a encontrar nada que se le parezca. Y si hubieran ganado los del Partido Popular, seguro que a esta hora ya estábamos hablando de recortes de plantilla. ¿Qué pasa, que les parece mucho que Canal Sur tenga 1.600 trabajadores? Pues eso es lo que hay, que lo único que pretenden es meternos aquí la precariedad de la empresa privada, con tanta explotación como hay. Eso sí, las cosas están ahora estabilizadas, nos dijo, y contó aquella vez que los sindicatos negociaron con la empresa que se le pagara el desayuno a los trabajadores. Tan cubiertos estaban todos los extras, digamos, que se pusieron a negociar ¡el desayuno! Nos reímos, claro, y Andrés también aunque al principio pensara que lo tomábamos a coña. No se enfadó porque, con ese mismo hilo, Antonio contó cómo viven en el ayuntamiento en el que trabajan. Su secretaria, por ejemplo, entre que llega una hora y media tarde porque tiene llevar los hijos al colegio y que luego se marcha antes porque tiene que hacer la comida del marido, pues resulta que sólo se pasa por allí un par de horas, como mucho. ¿Y qué? Si las administraciones públicas no dan ejemplo de conciliación laboral, ¿quién va a darlo en este país?

Total, que la secretaria tampoco se puede quejar de la crisis, dije yo, je, je, y todos comenzamos a reírnos otra vez. Y eso que lo mejor estaba por llegar. Alberto, que es delegado sindical nos dijo que, en realidad, la gente está muy equivocada con la educación de sus hijos, esa obsesión por la Universidad. No creo que haya muchos profesores y médicos que ganen más dinero que un conductor de autobuses municipales en Sevilla, dijo. O un empleado de la limpieza. A ver quién lo supera: en la empresa de limpieza de Sevilla, los puestos de trabajo son hereditarios. ¡Un trabajo que pasa de padres a hijos por convenio! Qué risa, de verdad... Ahí lo llevas, Merkel. Hemos pensado que para la próxima cena invitaremos a alguien de fuera. Pero no puede ser empleado público. Y verás qué divertido, cuando contemos nuestras cosas.

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