Condena
En un arrebato de lucidez, un dirigente andalucista se subió al atril del mitin y proclamó, como un Moisés ocasional, las verdades que sus abatidos electores habían olvidado: “¡No es cierto que el PSOE nos lo haya mandado el Señor!”. Quería combatir la certeza de la derrota, la moral hundida de los suyos, sabedores de que, como ocurrió luego, caminaban decididos hasta el precipicio porque el PSOE , de nuevo, iba a imponerse en las urnas y ellos, hasta entonces socios de gobierno, quedarían aplastados, aniquilados, por el peso de la mole. Los andalucistas sabían que habían cometido errores, sí, muchos y muy graves, pero sólo a ellos esos errores les iba a costar la supervivencia: entre tanto, al PSOE nada le pasaba factura. Divisiones más crueles, tropelías más sonadas, escándalos, corruptelas y enfrentamientos… Ni la situación de Andalucía, nada le afectaba a los candidatos socialistas, sólidos en cualquier encuesta, persistentes en todos los gobiernos. De ahí la desolación de antes y la resignación que acaba apoderándose del personal. Pero tenía razón el dirigente andalucista, ni el PSOE nos lo ha mandado el Señor ni es cierto que los problemas que arrastramos sean estructurales, irremediables; persistentes sea cual sea la política que se aplique.
Ahora, por ejemplo, que el paro en Andalucía ya se ha instalado el treinta por ciento, un porcentaje inaudito en países desarrollados, incompatible con cualquier idea de progreso social, es frecuente que alguien afirme que aquí el paro es estructural. Es decir, que ocurra lo que ocurra, cualquiera que sea la política que se implante, en Andalucía siempre habrá altos niveles de desempleo; paro estructural, una característica más de esta tierra, como el buen humor o las haches aspiradas, como el ceceo o las fiestas de primavera. Luego se reviste de argumentación diversa, el crecimiento de la población, la preponderancia de sectores con empleos estacionales, la histórica indolencia de la clase empresarial o el desmantelamiento irreparable del tejido industrial en el XIX. Todos esos factores, y muchos otros que se le puedan añadir, existen e influyen decisivamente en la tasa de paro de Andalucía, pero la conclusión no puede ser jamás que el paro en Andalucía es estructural.
“¿Por qué hay paro masivo?” Se preguntaba en este mismo periódico el ex ministro socialista Jordi Sevilla. Y decía: “Cuando un país padece un episodio de paro masivo es que tiene un problema económico. Pero cuando el paro masivo se hace, además, permanente, es que tiene un problema institucional. Es decir, político”. Esa es la clave, sí. Y lo que ha quedado constatado ya a lo largo de tres decenios es que las políticas aplicadas por un mismo partido, el PSOE, no sólo no han corregido las deficiencias económicas, ya sean históricas o recientes, sino que las han perpetuado y, en ocasiones, agravado. El objetivo de las políticas económicas de los sucesivos gobiernos del PSOE en Andalucía han estado dirigidas al clientelismo y a la subvención más que a la creación de empleo. La cara más grosera del fracaso de las políticas de empleo del PSOE las estamos viendo estos días, con el fraude de los eres o las ayudas a los trabadores de Delphi. La friolera de 76 millones de euros (¡doce mil millones de pesetas!) en inservibles cursos de formación ofrecen la respuesta exacta, el por qué del paro en Andalucía. Y no, ni el PSOE ni ese despilfarro, nos lo han mandado desde el cielo como una condena.
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