El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

07 enero 2009

Colunga


Se cuenta de Oscar Wilde que, cuando se echó a morir, pidió champán: «Estoy muriéndome por encima de mis posibilidades». No sabemos cuál fue el último pensamiento de Rafael Álvarez Colunga cuando la maldita explosión de su barco, pero está claro que el destino no quería para él otra cosa que envolverlo en la leyenda, morir como los grandes. Mandó jamones a sus amigos, brindó con ellos y, cuando acabó la ronda de saludos navideños, se echó a la mar y no quedó de él otra señal en el horizonte que una columna de humo. Un siniestro de magnate americano, se diría. Que si Álvarez Colunga hubiera nacido en un rancho de Texas en vez de en una hacienda de Morón de la Frontera, hoy le estarían llorando en los rascacielos de Manhattan y en los bancos de Central Park, donde algún viejo cantante de blues, que son hermanos de los flamencos, grabaría su nombre en la madera.

No murió el Lele por encima de sus posibilidades, como Wilde, porque nunca necesitó de esa impostura. «Yo soy un señorito», me espetó en una ocasión cuando, torpe de mí, le buscaba las cosquillas del tópico andaluz, el empresario del sombrero de ala ancha, la Feria y el Rocío. Y añadió: «Cuando, como empresario, me hacen la pregunta típica de que cómo conseguí mi primer millón, yo les digo que se equivocan, que ése no es mi caso, que yo cuando nací ya tenía mi primer millón». Dinero para crear empresas, dinero para progresar y dinero para decir y hacer en cualquier momento lo que le venía en gana. «Los que hemos nacido con independencia económica siempre hemos tenido una enorme ventaja en eso. Para mí, decir lo que pienso es un estado natural».

Y era así, desprendido y provocador, transgresor y conciliador. Y, por encima de todo, empresario y andaluz; un empresario dolido y comprometido con Andalucía. «Lo que nos hace falta en Andalucía es abandonar la cultura del subsidio, iniciar una cultura emprendedora. Ése es el reto».

La foto que más se ha repetido desde su muerte, la que aparece con gorra de capitán al timón de su velero, se la hizo Pepe Ortega el día que nos dijo aquello de que los empresarios eran «camaleones que se vuelven del color político del que gobierna». ¿Quién, sino Colunga, podía permitirse decir esas cosas sin caer acribillado? Entre otros motivos, porque nadie iba a cuestionarle su idea de libertad y de democracia a un tipo que, en la dictadura, cuando tantos se escondían, le cedió un piso al PCE. Luego, en democracia, el Lele pedía el voto para la derecha, pero hacía negocios con la izquierda, con la derecha y con el centro.

Hoy es su funeral en Sevilla. Irán todos, como cuando celebraba su onomástica junto a Miguel Gallego el día de los arcángeles: aquí los militares y allí los del Gobierno, más allá la oposición y en aquella mesa los farmacéuticos; justo al lado, empresarios de la construcción, promotores y aceiteros. Luego los periodistas, los flamencos, los de la Policía y los de la Guardia Civil, fiscales y jueces, y hasta un grupo de espías del Cesid… Lele, descansa en paz que, aquí en la tierra, ya nos encargamos todos de mantener viva la leyenda de tu vida inmensa.

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