Anguita (y 2)
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«La política es un arte agrario», dijo aquí Julio Anguita el otro día, con una de esas metáforas sublimes con las que, a menudo, devuelve la política al estado natural de grandeza en el que hay que buscarla en los peores momentos, cuando la pisotea el sectarismo y el marketing. La política es un arte agrario, reclama Anguita, porque no puede sucumbir triturada por la turbamulta de estos tiempos, por la velocidad de los acontecimientos, que siempre actúan sobre los hechos como una poderosa amnesia colectiva, la garantía del olvido. Con la fugacidad sólo prevalece la vaga impresión de una sonrisa, de una pose, de un talante, usurpando el fondo de las cosas y hasta la realidad.
La política es un arte agrario, es verdad, y por eso necesita el sosiego, la esperanza, la paciencia y la humildad del agricultor. Además, la siembra no garantiza la cosecha, esa es la lección principal del campo; la única satisfacción que está garantizada es la del trabajo bien hecho, la entrega del agricultor, la pasión depositada en cada surco de tierra arada, mimada. Por eso el arte de la política tendría que ser agrario, porque se recoge lo que se siembra, porque existe una conexión inviolable entre la semilla y el fruto. Cuando la política se reduce al marketing, las ideas quedan supeditadas a la eficacia electoral; las formas se imponen al fondo y lo determinan. De ahí la necesidad de entender la política con el sosiego de un agricultor.
«El campesino tiene tiempo para rebinar», añora Anguita. Binar es el segundo arado de un agricultor, la segunda cava que se hace en los viñedos para perfeccionar los surcos, para quitar malas yerbas, para enderezar los brotes. En esa tarea se afana ahora Anguita, quiere repensar Izquierda Unida con la paciencia y la entrega de un compesino. Qué estampa tan bella, verlo a lo lejos; Anguita agarrado a la esteva, guiando otra vez el arado. La imagen sería perfecta, ay, si no fuera por que Anguita va labrando la tierra con un arado decimonónico, un arado romano de hierros enmohecidos que arrastra una mula cansada.
La política es un arte agrario, claro, pero la agricultura no es un arte momificado. Ese es el error de Anguita. Lo que se espera de su reflexión es una vuelta a los principios, no a los orígenes. Confundir la solidez de los principios con el estancamiento de las ideologías es un error de bulto. La defensa de la igualdad y de la solidaridad, de la justicia y de la fraternidad, no puede contener ahora los mismos epígrafes que hace cien o doscientos años porque la realidad no tiene nada que ver. Estalingrado, Franco, el Che, el aparato del partido… Todo eso ya pasó. Lo que se espera de la izquierda es realidad. La añoranza es un fetichismo letal, una muerte sedada.
Que lo vemos a lo lejos, y su estampa de tipo honrado y tozudo, sólo frente al imperio del marketing y del poder, es atractiva, pero cuando descendemos al detalle, entristece su empeño en ese arado antiguo. Y el trigo, Julio Anguita, ya no se cultiva con el arado de mulas. La hoz ya no brilla al sol en la cintura de un jornalero, empapada en la sangre blanca de las mieses.
Etiquetas: Izquierda Unida, Política
3 Comments:
Y lo peor(?) es que ya no sólo el trigo no se cultiva con arado romano, es que el trigo que se cultiva se hace con subvención de la PAC, que si no fuera así no plantaría NADIE trigo. Muchos agricultores están considerando muy seriamente utilizar sus tierras como "granjas solares", es decir utilizarlas como productoras de energía solar fotovoltaica o termosolar. He ahí otra metáfora de la "realidad social" en que nos movemos.
Finalmente insito, ¿alguien de los lectores de este blog sabe en que página de la "red" se esté discutiendo el documento que menciona Julio Anguita?.
Los tres últimos párrafos, para enmarcarlos.
Saludos
Para lopera: no sé si ya lo has encontrado, pero el documento está aquí. Otra cuestión es que se esté discutiendo sobre él y dónde.
Gracias!
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