La nota
Me sobrepasan.
Estas noticias que atraviesan la garganta de una punzada, que se clavan en la
sien como queriendo horadar la conciencia, me paralizan, no puedo más. Intento
seguir la actualidad y prestarle atención a las idas y venidas del discurso
político; lucho contra la apatía creciente y combato la repulsa que nace cuando
se les observa con cierta distancia y se contempla el ridículo pomposo en el
que viven, pero llegan estas noticias y cualquier intento se derrumba, carece
de sentido. La vida está ahí, en la calle, está en esas noticias que llegan y
te sobrepasan. La ley de la gravedad también existe en la crónica de
actualidad, son esas noticias que tiran de los pies y los hacen pisar el suelo
miserable de la verdad.
Una bolsa de
deportes abandonada en la puerta de una guardería y alguien que se queda
observándola mientras echa un cigarrillo apoyado en un árbol de la acera de
enfrente o mientras se acerca en su paseo rutinario de cada amanecer. Se queda
observando la bolsa porque, mira, mira, hay algo que se mueve en su interior.
Debe ser un cachorrito, piensa, y por eso araña con las patas las paredes de
tela de la bolsa. O será que con la narizota humedecida de los perritos está
olfateándolo todo. Será un cachorro, sí. Y se acerca a curiosear un poco más de
cerca la bolsa que se sigue moviendo y, en un gesto decidido, se detiene para
descorrer la cremallera de la bolsa. ¿Lo hacemos, tiramos de la cremallera o
hablamos de los recortes, de la justificación política mentirosa que le ha dado
el Gobierno andaluz a la quiebra en la que se encuentra buena parte de la
gestión andaluza, el estado insostenible de tantas empresas públicas?
¿Detallamos otra vez el despilfarro que se sigue produciendo en multitud de
organismos confeccionados sólo para sostener la burocracia política, la
estructura clientelar de miles y miles de personas? ¿Nos enojamos de nuevo con
la hipocresía de exigir sacrificios con nuevos impuestos y menos salarios a
aquellos sobre los que ya recae el mayor esfuerzo?
Ahí está el tipo
detenido en la acera, delante de la bolsa abandonada en la puerta de una
guardería. Tira hacia debajo de la cremallera y los ojos diminutos de un bebé
le provocan un gesto instintivo de miedo, un sobresalto mayúsculo que le lleva
a retirarse dos pasos de la bolsa, como si hubiera descubierto una bomba a
punto de estallar. Mira a los dos lados de la calle, a ver si alguien lo ha
visto, y se acerca de nuevo a la bolsa, para demostrarse a sí mismo que no está
equivocado, que es una niña recién nacida lo que hay en la bolsa. «Si fuera un
cachorro, estaría feliz; pero me he asustado al comprobar que es un niño», se
dice para sí, sin ánimo alguno de explicarse el sentido contradictorio de sus
reacciones inconscientes. Ya al final, se decide a sacar la niña de la bolsa. Ya
sabe lo que hará, llamará al timbre de la guardería y luego a la policía. Toma
a la niña y acuna la cabeza en su hombro. Luego hurga dentro de la bolsa, por
si hubiera algo más. ¿Hablamos de ‘las líneas rojas’, del argumentario falso
que se ha establecido como consigna en el Gobierno andaluz para que la
propaganda nos haga ver que aquí no hay recortes en la sanidad o en la
educación? ¿Repasamos de nuevo las carencias en la universidad, en la justicia,
que se niegan que se ignoran? ¿Detallamos de nuevo el insoportable desnivel,
que existe entre la precariedad de esos servicios y la ostentación de las
instituciones autonómicas?
Con la niña acunada en su hombro, abre la bolsa y
descubre en su interior una cuartilla doblada, la nota manuscrita de una mujer:
«Cuidenla. No me juzguen. Es lo más duro que he hecho en mi vida».
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