El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

29 febrero 2012

La balanza


Que estaban el otro día el Nano de Jerez y Rancapino repasando la tiesura en la que estamos y, sin necesidad de ningún informe económico, de ninguna prospectiva sociológica, el Nano concluyó que «la gente no tiene ya ni para pesarse en la farmacia; que están haciendo los trajes sin bolsillos». A su lado, Rancapino, asentía con determinación, porque quién mejor que él lo iba a saber; quién mejor que él lo iba a calibrar si acababa de llegar de Madrid, con su traje azul y su corbata, de presentar su biografía, «Ronco de andar descalzo», y tenía muy fresco el recuerdo de todo lo que ha pasado en esta vida. «Por eso digo yo, Nano, que con la que tenemos en lo alto, quién va a ir a vernos a un teatro a escuchar ay, ay, ay, ayyyy, si lo que quiere todo el mundo es quitarse las penitas de encima», terció finalmente Rancapino. La conclusión de ambos fue que el próximo espectáculo que nomten tiene que ser de humor y de arte, algo que alegre al personal y le ayude a quitarse las legañas de la crisis.

Si al Nano de Jerez y a Rancapino no les hace falta ningún estudio de campo para saber que la gente no está para oír muchas penas, tampoco hará falta ninguna observación mayor para entender que la crisis económica, en la fase en la que se encuentra en la actualidad, está provocando en la sociedad una reacción singular. Veamos. De forma general, podría afirmarse que, desde hace bastante tiempo, el personal tiene asumida la crisis, que ha interiorizado el pésimo momento que se atraviesa. Lo curioso es que, a partir de esa aceptación del momento, la reacción social es doble y, en apariencia, contraria. Por un lado, ante lo inevitable del momento, la mayoría de la gente entiende y acepta _–así lo certifican, además, todas las encuestas realizadas– que el Gobierno apruebe reformas profundas de la economía y hasta tolera los abusos, como la inesperada y desmentida subida de impuestos. Lo curioso es que, junto a esa aceptación de los excesos legislativos como un mal menor, el personal ha desarrollado una alergia inmediata al despilfarro y a la corrupción, quizá porque la propia profundidad de la crisis lo ha hecho ser más consciente que nunca de algunos escándalos que hasta ahora pasaban casi inadvertidos.

Sin esa doble dimensión de la repercusión social que está teniendo la crisis, es muy probable que se acabe perdido, sin entender lo que está pasando. En fin, que se repasan discursos, se oyen invectivas, y uno vuelve la cabeza hacia la balanza burlona del Nano y de Rancapino. Ni para pesarse, mucho menos, por tanto, para oír tonterías.

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21 febrero 2012

Falsedad


A veces es inevitable, lo piensas porque lo sientes; lo sientes porque lo vives; lo vives porque lo padeces; y lo padeces porque tú mismo, o quienes te rodean, se comportan así. A veces es inevitable, piensas que no tenemos remedio porque que aquí todo el mundo engaña. Ni siquiera debe ser casual que toda esa franja de territorio que trazan los anglosajones con una línea despectiva, ‘el paralelo de los Pigs’, se corresponda con aquellas civilizaciones que han llevado el peso mayor de la historia. Grecia, Italia, España... Pueblos viejos que parecen cansados, que han bajado los brazos, que se sientan en el portal con el sol del mediodía a esperar que pase la vida. La propia Europa es así, esas son sus arrugas de incapacidad ante los retos del nuevo siglo, sus limitaciones frente a los desafíos de la globalización, pero es aquí, griegos, italianos y españoles, donde se dibuja un triángulo de desconfianza y escepticismo, picaresca y mentira, quizá porque esos pueblos ya lo han visto todo en esta vida.

Ni tres meses lleva el Gobierno de Rajoy en esta nueva legislatura y ya le han enviado desde Bruselas las primeras advertencias de desconfianza por la verdad del déficit español. No precisan ni siquiera de datos porque la conclusión previa, el prejuicio, es que la mentira aquí no es una coyuntura, de éste o de aquel partido, sino un modus operandi. Se lanzan las sospechas, se aguarda a ver las reacciones y, al cabo, algunos responsables europeos acaban desmintiendo el rumor con ese juego ambiguo de palabras que parece confirmar a lo lejos sus propias filtraciones; de una u otra firma, el resultado es que la desconfianza se extiende como una aureola de sospechas imposible de erradicar.

A veces es inevitable, lo piensas porque lo están viendo, porque la mentira te rodea en todas las facetas de tu vida. No es sólo el Gobierno, ni siquiera la Junta de Andalucía, cada vez más hundida en el fango de un engaño colectivo, a Europa, a los andaluces, quizá la mayor historia de saqueo de las arcas públicas en España. No, no es sólo por eso. Lo piensas porque estableces la equivalencia con la sociedad, porque conoces a compañeros de trabajo que engañan a la empresa con bajas simuladas, familiares que defraudan a Hacienda con economía sumergida, empresarios que ocultan la contabilidad verdadera, comerciantes y clientes que defraudan con el IVA... Todo el mundo miente, sí. Fíjate en ese atracador de Écija, aquel que pistola en mano atracaba bares y supermercados y, para justificarse, hablaba de la crisis, del hambre de sus hijos, de la ruina de su vida. Tomaba el dinero y salía corriendo, quién sabe si llorando. Cuando lo ha detenido la Policía, se ha comprobado que ese tipo, un joven de 32 años, no estaba casado, vivía con sus padres, y nunca ha tenido hijos. Con una pistola en la mano, nadie necesita provocar pena en un atraco. La mentira, para él, forma parte de una cultura, de una degeneración, de una manera de vivir. Aquí todo el mundo engaña...

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Faklsedad

17 febrero 2012

Susana



¿Despiadada? No, eso es poco. ¿Calculadora? Mira, mira, que eso es lo menos que se despacha en política, es el graduado escolar de quien se quiere dedicar a esto. ¿Interesada, sectaria? Sí, sí, pero también en eso es como todos los que aspiran a sobrevivir en política… No, no va por ahí la cosa, tienes que apuntar más alto. A esta mujer ya le precede la fama, sus andanzas, como si la sombra siempre se le proyectara delante. El último que me habló de ella me dijo al oído, «muchacho, esa mujer come carne cruda por las mañanas». Fue un consejo, no más, una advertencia al compañero que se iba a sentar con ella a negociar. Para que cuando estuviera frente a ella en la mesa de negociación y la viera sonreír, no fuera tan ingenuo como para pensar que le había caído bien. Susana, sí. Susana Díaz.

De todas formas, también depende de cómo se miren las cosas, porque tampoco es fácil que sin haber cumplido los cuarenta tenga ya a medio partido socialista queriendo matarla y al otro medio queriendo huir de ella. El último que se ha apuntado a la lista de los enemigos confesos ha sido Griñán, sí, sí, Griñán. Después de los dos fracasos consecutivos, le ha faltado tiempo para quitársela de en medio y culparla de todo lo que ha sucedido. Con lo cual, queda demostrado una vez más que lo único que sabe hacer Griñán muy bien es meter la pata; en eso no hay quien compita con él. ¿Qué por qué? Muy sencillo, hombre, porque se equivocó primero dándole plenos poderes a Susana para que dirigiera el partido, y lo que ha hecho es incendiarlo entero, y porque ha decidido prescindir de ella ahora, en el peor momento; la desprecia cuando más la necesita, a un mes de las elecciones.

Susana, sí, Susana Díaz. Mujer fatal, que en la cava de Triana, allí donde se afilió al partido, le debieron entregar la faca al mismo tiempo que el carné de militante. Desde aquel día, no ha hecho más que subir, peldaño a peldaño, traición a traición. En este congreso podría haber dado el salto definitivo a la Ejecutiva federal, que era su objetivo; por eso se arrimó a Chacón, porque la catalana le garantizaba el puesto destacado en la ejecutiva federal que no le quiso prometer Rubalcaba. ¿Y sabes por qué le ha salido mal la jugada? Porque en el último callejón, se tropezó con quien tiene más trienios en conspiraciones dentro del PSOE. Gaspar, Gaspar, a saber cuántos votos le habrá mangado Gaspar Zarrías a Susana delante de sus propias narices, hablando con uno y con otro, tejiendo complicidades, amagando venganzas, lanzando promesas, augurando destierros. Hasta que topó con Zarrías, la joven Susana era feliz. Ahora que muchos la dan por liquidada, yo la reivindico con todas las letras: esa mujer, muchacho, come carne cruda. Y si lo quieres más poético, te canto el estribillo de un son cubano para aclararte si no te enteras, porque esa mujer, mi amor, hace gárgaras con tus lágrimas.

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14 febrero 2012

Miel de ira


Es más dulce que la miel, decían los griegos y, además, nunca empalaga, se podría añadir ahora. De ese néctar han libado todas las generaciones, todas las civilizaciones desde que el hombre el hombre, acaso porque esa miel, esa hiel, corre por sus venas y empapa las entendederas. La ira, sí, la ira, descrita por Aristóteles como «un anhelo de venganza manifiesta» que, cuando sobreviene, provoca interiormente «un cierto placer suscitado por la esperanza de vengarse, ya que es placentero creer que va a realizarse lo que se ansía». Por la euforia previa de ver al adversario vencido, por el placer negro de verlo humillado en el suelo, la ira se compara con la miel «que se acrecienta en el pecho» de los hombres, como una pomada que inflama las venas, que hincha los pulmones, que acelera los latidos del corazón y estalla en las sienes.

Los hombres y las mujeres del PSOE tienen los ojos brillantes por esa euforia de ira, por esa miel de venganza. Son los socialistas andaluces los mohicanos de las últimas batallas, el fortín más antiguo, la generación más viciada de todo el socialismo español. Ahora, como si ese fortín hubiera quedado aislado en medio de la adversidad, se han lanzado a una guerra interna de supervivencia que, contemplada desde fuera, produce al mismo tiempo compasión y asco. Supervivencia, sí, ésa es la batalla de ahora en el PSOE andaluz, este cainismo nuevo que ha enfrentado sin miramientos a quienes hasta ayer mismo se consideraban aliados y que ahora, conocedores cada uno de ellos de las debilidades del contrario, se arrojan las miserias a la cara de los congresos para humillar al otro, para vencerlo. Guerra de supervivencia, sí, porque quienes resulten ahora derrotados quizá no tengan ya oportunidad alguna de volver a la política, de vivir de la política, que ha sido el único sustento para la inmensa mayoría de ellos, para los que resisten en el cargo público desde hace tres decenios y aspiran a jubilarse en esa paz y para quienes se han incorporado hace diez o quince años del Bachillerato al escaño y ni imaginar pueden un futuro alejado de esa progresión que parecía garantizada.

Guerra de supervivencia, de sustento, sin que nada de esto sea metáfora o elucubración; tan patético como la realidad descarnada que describió este fin de semana el dimisionario Viera: «Entiendo desde el punto de vista personal que haya gente que en algún momento tenga que anteponer el interés de su familia al interés del partido y al de su propia dignidad». En esas están en el PSOE andaluz: el interés de la familia. Por encima de la dignidad, que nunca existió, por encima del partido, que siempre ha sido el medio, nunca el fin, se antepone el sustento familiar. Y el dimisionario, lo entiende «desde el punto de vista personal». Lo entiende, claro, porque en esta guerra de supervivencia todos son iguales; todos acuden a la batalla embadurnados con la miel de la ira.

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09 febrero 2012

Patitos de goma


Hay veces que la actualidad se congela, como la escarcha helada con la que amanecen estos días de invierno. Incluso antes de salir de casa, ya se intuye al mirar por la ventana que el paisaje permanece inmóvil, detenido; las ramas desnudas de los árboles, la calma aparente de una mañana soleada, el cordón de humo que sale de las chimeneas, los hombres que avanzan por las aceras acurrucados, lentamente. Hay días así, detenidos, congelados, en los que las radios repiten las mismas noticias de ayer, los periódicos plagian sus propias crónicas y las televisiones difunden las mismas imágenes. Nada nuevo sucede porque todo permanece inmóvil, como el frío de los cristales de tu habitación.

Pasa la mañana detenida porque también la actualidad se ha congelado; las mentiras de Grecia, las limitaciones europeas, el vaivén de los mercados, las frustraciones europeas, las advertencias de Merkel, las incongruencias europeas. La sangre de Siria, los planes secretos en Israel, las bombas ocultas por fanáticos musulmanes; otra vez el aborto, otra vez los matrimonios gays, otra vez las disputas de educación, otra vez el Congreso, otra vez las mismas frases para justificar los mismos debates. Sonidos repetidos, imágenes calcadas. Esta foto de Garzón, por ejemplo, cuando abandona los juzgados, engominado y cabizbajo. ¿De cuándo es esta foto? ¿Cuántas veces se ha repetido? Ahí está el juez, cabalgando entre pancartas, con su falsa pose de hombre apenado, modesto, ajeno a las protestas encendidas que lo apoyan con insultos a sus compañeros. «España al revés, corruptos y fascistas hacen juzgar al juez». «El juez», dicen los manifestantes, en singular. Sólo un juez, Garzón. Todo lo demás, todos los demás, «corruptos y fascistas». La foto es de ayer, de la última sesión del segundo de los juicios al que se enfrenta el juez procesado, pero se trata, en realidad, de una imagen congelada, que nada aporta ya porque nada nuevo ofrece. Son los de siempre, con la vieja retahíla de siempre. Y ya produce hastío.

¿Y este recorte de prensa, cuántas veces lo has leído? Dicen en la ejecutiva del PSOE andaluz que ellos, los socialistas, «hemos sido los primeros en investigar, en denunciar, en colaborar con la Justicia y en conocer la verdad caiga quien caiga» y que «la política tiene que recuperar la dignidad perdida». Forma parte de un documento nuevo, sí, el futuro programa electoral, pero cuántas veces se ha machacado con el mismo falso argumentario. Falso porque nunca el PSOE denunció la trama de los ERE; ni el PSOE ni nadie del Gobierno andaluz. Corroborarlo sería tan fácil como mostrar en público el texto de la denuncia, cualquier día, en cualquier rueda de prensa. Pero no existe. Sencillamente, esa denuncia no existe, jamás se produjo. «La política tiene que recuperar la dignidad perdida», dicen quienes mienten en el enunciado de su programa y hasta la mentira sostenida, mantenida con desdén, provoca ya cansancio antes que irritación. También la mentira aparece esta mañana congelada tras los cristales.

Hace frío. Todo se repite hoy. Por eso, tendríamos que haber consagrado este día a las memorias de la becaria que Kennedy desvirgó en la Casa Blanca. Retozaban desnudos en la bañera, entre patitos de plástico y espuma de sales. Él le contaba historias de la Guerra Fría, y ella le sonreía con timidez. «Nunca le llamé por su nombre y nunca nos besamos». Era el presidente. Ahora pienso que ningún relato, ninguna noticia, ha retratado tan bien como esa becaria la fría distancia del poder. Esa rutina de cada día...

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06 febrero 2012

El florero



Todo sucedió en un instante, Griñán caminaba por los pasillos del hotel, entrada ya la madrugada, y al mirar para atrás, al girarse para ver la estela de sus pasos perdidos, un soplo de aire lo convirtió en un florero. Obró en él el maleficio de la mujer de Lot, petrificada de sal cuando desobedeció las ordenes expresas de Dios; Griñán, como aquella, se alejaba del congreso, esos salones de Sodoma, se apartó de los suyos y por la curiosidad de saber qué ocurriría, por experimentar un camino nuevo, por buscar su propio destino, se detuvo para mirar atrás, para corregir errores o para enmendar sus torpezas, y se convirtió en florero. El presidente del PSOE más florero que ha tenido nunca este partido es Griñán, porque todos saben que Griñán no tiene en el Partido Socialista ni la historia de Ramón Rubial ni el pedigrí de Manuel Chaves. Y sin historia ni pedigrí, el presidente del partido carece del único poder que se le otorga a ese cargo, el respeto de los demás.

Griñán no ha salido del congreso ni siquiera vencido, ha salido convertido en florero, que es quizá el peor pasaporte de un político para poder seguir adelante porque vive de prestado, porque lo han colocado ahí para que todos lo vean en ese pedestal de oropel; la presidencia del PSOE esta vez no es reconocimiento de una persona, de una trayectoria, sino símbolo y estampa de los que han sido derrotados en el congreso. A Griñán lo han empaquetado en la presidencia y ya debe saber, él y todo el Partido Socialista, que todo el poder al que podrá aspirar en el futuro dentro del PSOE se limita a ese cargo honorífico que él tendrá que ejercer sin el honor y el reconocimiento que se le concedía a sus predecesores. La presidencia de Griñán es una concesión envenenada, una distinción maléfica que sólo pueden idear las mentes calculadoras de aquellos a los que ha desafiado en la batalla a vida o muerte que representa cada lucha de poder, cada congreso de un partido político. Sí, ésa ha sido la jugada, asfixiar a Griñán en el mar de sus propias ambiciones, ahogarlo en la presidencia que él buscaba como símbolo de su triunfo y que ahora se ha convertido en el emblema de su ostracismo, de su nadería en el PSOE. Incluso en el supuesto de que pudiese ganar las elecciones andaluzas y seguir gobernando en la Junta, el recorrido de poder de Griñán en el seno del PSOE se agota aquí, se ha acabado este fin de semana, porque en el próximo congreso de los socialistas andaluces le pasarán la factura que ha quedado pendiente en este congreso de aire gélido y sangre caliente. Esa es la lógica política. Tras las elecciones de marzo, no tardará en llegar una alternativa a la secretaría general del PSOE andaluz; incluso con Griñán como presidente de la Junta de Andalucía volverá el discurso de la conveniencia de que partido e institución no deben estar en las mismas manos. Y Griñán tendrá que convivir con un secante en la organización. En el otro supuesto, si pierde las elecciones, si no logra mantener la presidencia de la Junta, entonces lo único que habrá que contar son las horas que tardará Griñán en dimitir de todo, incluso de sí mismo.

Iba por los pasillos y, al mirar atrás, Griñán quedó petrificado. Fue la voz de dios retumbó de nuevo más grave que nunca. “¿Y quién coño es ése en el PSOE?”. Sopló dios y Griñán se convirtió en florero para siempre.

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03 febrero 2012

Por consiguiente


«Nadie es una isla, completo en sí mismo». De esa cita de John Donne surge la obra de Ernest Hemingway ‘Por quién doblas las campanas’. En un congreso como el que el PSOE celebra desde hoy en Sevilla, eso es lo único que tendrían que tener claro todos, que la tarea pendiente no se resuelve con una pugna de nombres, de banderías; que es tan profunda la crisis en la que se ha instalado la izquierda en toda Europa, que la mera transmisión del poder orgánico no conseguiría otra cosa distinta que el traspaso de la incertidumbre de unas manos a otras, pero nunca la solución del problema. Sin embargo, todo lo que ha sucedido hasta ahora y todo lo que sucederá en el congreso no se va a apartar de esa batalla sectaria, esa rivalidad de clanes o de facciones.

Se puede entender, sin embargo, que sea así porque son tantas las urgencias que se acumulan después de tres derrotas electorales consecutivas en las tres capas de la administración del Estado –algo que nunca había sucedido en el PSOE y que lo ha dejado en una situación de marginalidad desconocida en los últimos treinta años–, que es comprensible que la primera piedra tenga que ser ésta, la de elegir a la persona que puede iniciar la reconstrucción. Mucho más en una situación tan singular como la aniquilación absoluta del zapaterismo que, como se ha referido otras veces, devuelve el debate interno a las dudas que se plantearon tras la salida de Felipe González. Dicho de otro modo, en un amplio sector del partido, Zapatero no se ve más que como un paréntesis de ocho años, un experimento fallido, una salida cegada en el laberinto de las ideas. Por esa consideración, la vieja guardia del PSOE se apresuró a liquidar los planes de sucesión de Zapatero cuando aún era presidente del Gobierno: para no verse abocado a una estrategia de hechos consumados dentro del partido. Y por esa misma razón se ha rescatado a Rubalcaba, el único superviviente activo de ese grupo de la vieja guardia, para liderar la Reconquista. Salvadas las primarias, este congreso es el último escollo para enterrar definitivamente el zapaterismo, esa concepción de la política que hoy sigue encarnando Carme Chacón con la expresión que se le adjudica a Miguel Barroso: «Zapatero veía la política en imágenes». Chacón es la imagen de la renovación que intuyó Zapatero para sí mismo y Rubalcaba es la imagen del currículum, de la solidez, de la experiencia que remite a Felipe González.

Lo que se dilucida en este congreso no es la resolución del futuro del PSOE, que eso vendrá después, si llega. Elegirán a una persona, a un equipo, pero la nueva orientación política del PSOE, la reactivación ideológica de la izquierda mayoritaria de España; esa tarea queda pendiente. Este fin se semana, sólo se contestan las dudas más superficiales; el lunes es cuando comienzan los problemas. Los perdedores no habrán perdido y los ganadores no habrán ganado nada sustancial, definitivo. «Y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti». Así termina la cita de John Donne.

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01 febrero 2012

De la vanidad


Huye siempre de los políticos que quieran pasar a la posteridad’. Deberían incluir la frase en el reverso de todas las papeletas de voto, como una advertencia que nos previniera de los vanidosos, de los chiflados, de los engreídos. Huye de esos tipos que buscan su nombre en mármol y acércate a quienes sólo aspiran a la serena normalidad de las cosas que funcionan correctamente, aquellos que persiguen la eficacia en lo cotidiano, aquellos que piensan que un buen gobierno es aquel que se pone detrás de sus ciudadanos para apoyarlos, para asistirlos, para ayudarlos, aquel que facilita la creación, que protege a los creadores, aquel que busca la excelencia de una sociedad mejor. Huye de los vanidosos como nos aconsejaron huir de los idiotas porque ni de unos ni de otros existe un censo fiable en la tierra ni una conciencia clara del peligro enorme que suponen para la humanidad. Son mucho más letales que todos los demás que identificamos como gobernantes temibles, dictadores o sátrapas, porque todos esos son reconocibles, mientras que los vanidosos y los idiotas pueden pasar entre nosotros sin que se haga notar el daño irreparable que le hacen al progreso de la humanidad.

Huye siempre de esos tipos, fíjate en el desastre al que nos han llevado en tantas ciudades de España, en tantas regiones, ese reguero de quiebras y de promesas muertas. Es verdad que la política siempre ejerce de imán para esa gente; el poder los atrae como ninguna otra actividad en la vida, pero lo realmente significativo es lo que estamos viviendo estos días en España. Si lo contemplamos con la suficiente perspectiva, nos daremos cuenta de que el estado de los autonomía ha multiplicado por varias decenas el número de vanidosos con poder, con influencia y con presupuesto suficiente para hacer realidad sus delirios de grandeza. «Me dicen loco por construir un aeropuerto sin aviones», que dejó dicho un día el presidente de la Diputación de Castellón y en esas pocas palabras resumió el disparate en el que nos habíamos instalado. Lo mismo podrían decir ahora en Sevilla, los que construyen la Torre Pelli, «nos dicen locos por construir un rascacielos de oficinas en una región, en una ciudad, sin empresas». O los que idearon en su día la adquisición de la aerolínea Spanir, que tendría que haber sido la apuesta de la sociedad civil catalana y acabó convertida en el pozo sin fondo que engullía dinero público sin descanso.

Una a una, en todas las comunidades autónomas, existen proyectos faraónicos estancados, inacabados, fracasados. Y otros que son grandes obras que sólo podrían haber prosperado si hubieran nacido de la sociedad, si hubieran surgido de la prosperidad real de una región, que no es la que se refleja en los presupuestos sino en el balance de sus empresas, en la renta de sus ciudadanos, en la calidad de sus universidades, en la cualificación de sus profesionales, de sus trabajadores. La vanidad del poder autonómico ha provocado que la actividad pública se haya colocado por delante de la sociedad, que haya asumido todo el protagonismo, y le ha cegado todas las salidas, todas las posibilidades de desarrollo. Ahora que el poder autonómico está empequeñecido, mira hacia atrás y contempla que, en realidad, nadie lo sigue, que no había pueblo detrás. En su día lo llamaron ‘cultura de la subvención’. El pulso anémico de la sociedad es el resultado palpable de la vanidad.

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Posible y necesario



Si tiene suerte, si tenemos esa suerte, en unos años se contará que ayer se eligió en España al mejor fiscal general de los últimos treinta años. Eduardo Torres Dulce, sí, rompe los esquemas preconcebidos para la elección de un fiscal general del Estado. Hasta ahora, lo único que se podía dar por descontado ante la elección de un fiscal general del Estado es que el designado sería alguien cercano al Gobierno, próximo a la ideología del partido mayoritario y, a veces, hasta vasallo de sus estrategias políticas. Por salirse de esa norma, la elección de Eduardo Torres Dulce es, hasta ahora, la mayor prueba que podría ofrecer el Gobierno para demostrarnos que es verdad que su intención es despolitizar la Justicia. De este fiscal, por su altura profesional e intelectual, se puede esperar cualquier cosa menos que convierta a la Fiscalía en una correa de transmisión de los intereses del Gobierno que lo ha propuesto y del partido que lo ha nombrado. El propio Torres Dulce se encargó de reseñarlo ayer en su toma de posesión como fiscal general del Estado cuando, en su discurso, dejó claro que su intención es «hacer aún más visible» la autonomía funcional y orgánica del Ministerio Público «frente a los poderes públicos y muy singularmente respecto del Gobierno».

No hará falta siquiera comparar esta altura de miras con las de aquel fiscal general del Estado que abandonaba las reuniones secretas con los implicados en los GAL escondido en el maletero de un coche. Sin necesidad de remover aquel dramático esperpento, es fácil concluir que, hasta ahora, el nombramiento del fiscal general del Estado se había convertido en el primer signo inequívoco del control que el Poder Ejecutivo y el Legislativo ejercían sobre la Justicia. Luego, con esa falsa lógica democrática que apela a la soberanía popular, llegaban el reparto por cuotas del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial y la remodelación de los nombramientos regionales y locales para adaptarlos a la ‘nueva realidad política’. Y todo ello, bien está reseñarlo, con la imprescindible colaboración de la inmensa mayoría de las asociaciones judiciales de uno y otro color político.

De todas formas, nos equivocaríamos si pensamos que la politización de la Justicia sólo es responsabilidad de los políticos. De hecho, tan importante como la despolitización es la no utilización de la Justicia. Quiere decirse que en España se ha instalado la costumbre de interpretar toda decisión judicial, ya sea de la fiscalía o de los tribunales, con un esquema mental prefijado, un esquema político. Es un mecanismo fácil de aplicar: Se etiqueta a jueces y fiscales y luego se interpretan todas sus decisiones en función de ocultas maniobras de conspiración política. Y como siempre será más creíble el alambicado proceso de una conspiración que la normalidad de las cosas, el éxito de difusión está asegurado.

Esa es la utilización de la Justicia, tan dañina para la imagen del Tercer Poder como la politización de los gobiernos, y tan miserable hacia quienes defienden día a día su independencia sin atender jamás a otro criterio que a su profesionalidad. Existen, evidentemente, algunos jueces y fiscales dispuestos a servir al poder político, sin rubor alguno, pero muchos otros defienden, calladamente, aquello en lo que creen, la independencia de los tribunales, la imparcialidad de las fiscalías. Entre esos últimos está Torres Dulce. Ayer dijo eso de que su objetivo será hacer más visible la autonomía de la Fiscalía respecto del Gobierno. Luego añadió que ese objetivo es «posible y necesario». Pues eso, que si tiene suerte, si tenemos esa suerte...

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