Sillas vacías
Esa foto del otro día, la del comité director del PSOE andaluz, ese desierto de sillas vacías, no es la imagen de la soledad. Esa foto que impone un abismo de madera, un océano de indiferencia, entre la realidad y los dirigentes de un partido que se ven al fondo, diminutos, no es una metáfora del desconcierto que se vive en el PSOE. Esa foto de hileras sucesivas, perfectamente alineadas, de patas metálicas y respaldos oscuros, no es la estampa del abatimiento. Esa foto del otro día lo expresa todo a la vez, la soledad, la indiferencia, el desconcierto, y se alza, poderosa, como definición exacta del momento más complejo que se vive en la política: la inercia. El torbellino en el que un partido político se ve envuelto para que todo le salga mal, la espiral asfixiante en la que cada mañana, cada despertar, se convierte en un sobresalto. Y todo aquello que, hasta ahora, funcionaba, se desploma. Se asocian a diario todas las circunstancias para volverse adversas, se multiplican los problemas y se reproduce con velocidad el virus de la filtración, de los navajazos, de la deserción.
En el último número de la revista Temas, el bastión de resistencia del guerrismo, el director, José Félix Tezanos, se pregunta «por qué tantas personas en el PSOE permanecen paralizadas». Y añade tres posibilidades: «¿Por el miedo, por la perplejidad o por la pereza?». Debe saber bien Tezanos que todo eso, la perplejidad, la pereza o el miedo, son consecuencias, pero no son la causa del problema. Si el PSOE se ha instalado en esa dinámica de derrota ha sido por una acumulación de errores mayúsculos que les ha conducido a esta inercia de cuesta abajo. El primero de todos fue la práctica aniquilación del partido durante el zapaterismo, con lo que desapareció toda posibilidad de que nadie, internamente, pudiera haber advertido del peligro de estar años y años negando la crisis con bobadas, engaños y frases ingeniosas, «champions» y «brotes verdes». El partido ha desaparecido como contrapeso, se ha evaporado todo debate ideológico, toda referencia crítica, cualquier ánimo de censura. Y la imagen del otro día del comité director del PSOE andaluz es la expresión de ese erial.
Hay mucho más que un comité director fallido en la reunión del otro día, aquel comité director desconcertante del PSOE andaluz en el que la inmensa mayoría de los que deberían haber asistido, dirigentes, altos cargos y candidatos, se conjuraron para abofetear a Griñán y a Blanco con el desprecio de las sillas vacías. «¿El comité director? Pues me parece que no ha ido ni el Tato. Yo, desde luego, lo tengo claro, como puedes comprobar. No tengo el más mínimo interés en perder el tiempo con discursos vacíos y más desconcierto», decía sonriente uno de los ausentes de aquella cita mientras atendía el atardecer anaranjado de una playa. Dicen las crónicas que José Antonio Griñán, en su intervención, se refirió al PSOE como «un partido grande, que es parte del patrimonio de los andaluces». Lo dijo Griñán y, al leerlo, lo imaginaba hablándole a aquel desierto de sillas vacías; lo dijo Griñán, y lo imaginaba en el atril mientras aquel dirigente socialista retozaba en la playa. Es ese patetismo… No, definitivamente, ese comité director del otro día no ha sido uno más.
Foto: Fernando Ruso