Embustero
No hay mejor regalo para los sindicalistas que un presidente con rima. Lo agradece sobre todo el señor del megáfono que encabeza todas las manifestaciones y va coreando lemas que luego repiten los demás, mientras agitan las pancartas, hacen sonar los silbatos y colocan pegatinas en los escaparates de moda. En Zapatero, la rima es tan contundente, tan apabullante, que parece el estribillo de una canción pegadiza, como las del verano. El otro día, por ejemplo, cuando el Consejo de Ministros de Sevilla, el que se anunció con banderolas rojas en las farolas como una obra de teatro o un circo de feria, varios grupos de manifestantes se concentraron en los alrededores de los Reales Alcázares, carteros, jornaleros y estudiantes. Cada cual llevaba su protesta impresa en los pasquines, pero hubo un momento en el que todos pudieron corear un lema que les servía por igual. “Zapatero, embustero”. Es tan redondo el lema, que el señor del megáfono paladeaba cada sílaba y ralentizaba el canto con un tempo especial, lento al principio y más rápido al final. Algo así: “Za-pa-tero, em-bus-tero”.
Para alguien que llegó a la Presidencia gracias a que un solo eslogan, “merecemos un gobierno que no nos mienta”, fue capaz de tumbar al Gobierno del PP, escuchar ahora que su nombre se ha convertido en la rima perfecta del embuste tiene que resultar chocante. Claro que en el caso de Zapatero, por lo que vamos sabiendo, la mentira no es una novedad o una sorpresa; no es un tropiezo del camino, no es un accidente. No, más bien al contrario, la mentira está tan arraigada en Zapatero que forma parte de su forma de ser. Es natural como las cejas arqueadas o los ojos claros. Al respecto, en el libro de García Abad sobre el presidente se cuenta que no es que Zapatero se limite a engañar sino que, más allá, es un hombre que no le concede valor a su palabra. “Su mentira –dice García Abad- no siempre es trascendente, por razones de Estado o para evitar lo que pudiera mermar su poder absoluto; con frecuencia la mentira es de tono menor; a veces la utiliza simplemente porque le da corte decir la verdad, por comodidad o por quitarse de encima a un pesado que le abruma con su problema (…) La mentira es para él un pecado venial que se purga con un avemaría, con una palmadita en el hombro o con un guiño de ojos”. Según García Abad, es incontable el número de personas, dentro y fuera del PSOE, que ya admite abiertamente que en su día Zapatero los engañó como a un chino. El más contundente, Jordi Pujol, asegura que Zapatero “ha engañado primero a media humanidad, después a la otra media y finalmente a toda la humanidad”.
Quizá la última mentira de Zapatero se produjo justo hace dos semanas, el viernes aquel del Consejo de Ministros. Al finalizar la reunión, Zapatero se dirigió al presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, y le dio una palmadita en la espalda por la liquidación de la ‘deuda histórica’ con un puñado de solares sobrevalorados. Y dijo: “Se ha trabajado duro para llegar a este día, para decir que ya hay acuerdo. Ha sido un diálogo intenso pero, sin duda, ha ganado Griñán”. Ninguna crónica pudo precisar si, en el breve instante de silencio que se hizo tras pronunciar su frase, por las rendijas de las ventanas se coló la letanía que, a coro, sonaba en la calle: “Za-pa-tero, em-bus-tero”.