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Se repite siempre en política la frase de Alfred Croiset según la cual «el peor enemigo de la democracia es la demagogia». En política, la demagogia es moneda común. En cada debate; la demagogia es una muletilla más. En cada debate, la palabra se pasea por los escaños, sube y baja del atril hasta llegar a la bóveda, desde donde truena acampanada. Sobre todo cuando se habla de despilfarro institucional o del derroche de los cargos públicos. Será entonces cuando, con una pose de ofensa irreparable, alguien espete que no se trata más que del «chocolate del loro», que es otra de las muletillas más usadas de la política.
No otra cosa que ‘el chocolate del loro’ y demagogia le debe parecer a la presidenta del Parlamento andaluz la noticia que se ha publicado aquí sobre su decisión de mudarse al Parlamento a un apartamento de la institución en el que no tendrá que pagar ni un céntimo. Ni limpieza, ni luz, ni agua, ni electricidad. Nada de impuestos, nada de seguros, nada de hipotecas.
¿Tiene derecho la presidenta del Parlamento a ocupar esa vivienda? Sí, desde luego, como no podía ser de otra forma, por otra parte, porque en este parlamento, como en todos, son los propios beneficiarios los que regulan sus condiciones de trabajo, sueldos, dietas o estancias. Pero una cosa es la legalidad y otra bien distinta es la necesidad. ¿Es necesario para la autonomía andaluza que se destine una partida, por pequeña que sea, para que la presidenta del Parlamento tenga una vivienda oficial? Pues no, claro. Sobre todo teniendo en cuenta que se refiere la polémica a uno de los altos cargos mejor pagados de la autonomía, a razón de seis mil euros al mes de salario, más dietas de lo más variopinto, como ésas que se cobran por desplazamiento… en coche oficial con chófer.
Otras veces se ha puesto de ejemplo aquí que, en Alemania, el Estado tiene reservado para el canciller una residencia oficial que éste puede ocupar, previo pago de su alquiler. Imagino la perplejidad que podría causar en Alemania, que es uno de los principales contribuyentes de la Unión Europea, conocer que en Andalucía, que es uno de los principales destinos del dinero de los impuestos alemanes, la presidenta del Parlamento disfruta de una vivienda oficial totalmente gratis. Como en su día el presidente de la Junta, si es que alguna vez concluyen las obras de la megalomanía reformadora del palacio de San Telmo. Fíjense la paradoja, el absurdo de que Andalucía reciba fondos europeos por ser, por seguir siendo, una de las regiones más pobres y que, sin embargo, sus altos cargos tengan más prerrogativas que los de los países ricos de Europa.
El peor enemigo de la democracia no es la demagogia. A estas alturas, lo peor es el privilegio, la casta política porque profundiza en el gran problema de las democracias modernas, la exclusión progresiva de los ciudadanos. Como dijo Bobbio, si la democracia se concibe como la relación directa entre Estado e individuos, sin la existencia de cuerpos intermedios, nos encontramos ahora con que son los grupos (partidos, sindicatos, y no los individuos) los que se han convertido en sujetos políticos relevantes, en los mediadores entre el Estado y la sociedad. Miren a la presidenta en su apartamento. Vean el Parlamento. Nunca la representación estuvo tan lejos de sus representados.