Inútil III
La primera edición, le dedicamos la declaración de la renta al presidente de la Diputación de Sevilla, no sólo por la inutilidad grande de esa institución, que es común a todas, sino por las propias características del tipo, un desahogado insuperable, un portento de cómo degenerando en política se pueden alcanzar las mayores cotas. Luego vino el Parlamento andaluz, por esas sesiones sublimes en las que se empezar en demostrar su carácter prescindible. Imaginen la parafernalia del Parlamento andaluz, aquel edificio lujoso de Sevilla, con sus 109 escaños. Largos pasillos que atraviesan los ujieres, solitarios, de arriba abajo, con sus trajes azules, como guardianes de un desierto de mármol blanco. Allí, en uno de los dos-plenos-dos que hay al mes, irrumpe una declaración solemne que deja frío a Occidente en sus diatribas sobre el futuro: “El Parlamento de Andalucía acuerda declarar de utilidad pública la bicicleta como medio de transporte y ocio en Andalucía por sus múltiples ventajas para el medio ambiente y la salud pública”. Nada, en fin, estas cosas.
Todo eso, que durante el año ya se censura, que ya se conoce, cobra ahora un valor especial, se observa desde una perspectiva distinta, cuando concluimos que se perpetran con el dinero que tú acabas de pagar en Hacienda. “Para esto le pago yo a Hacienda”. Este año, por ejemplo, piensen que con su dinero se ha pagado una de las famosas cenas de los consejeros socialistas del Consejo Audiovisual. Esos que se ponen a discutir cuántas ostras se comieron. “Que yo me comí sólo dos ostras; que no, que no que tú te comiste cuatro que yo te estuve mirando…” Piensen que están en la mesa de al lado, que observan la escena y que, al final, es a usted a quien le pasan la cuenta. “¿Y por qué tengo yo que pagarle la mariscada a nadie, a ningún inútil público”. Pues de eso de trata, de ahí la intención de convertir el deber cívico del IRPF en un acto de rebeldía social. Esos inútiles, o sea, están tirando nuestro dinero.
Etiquetas: Burocracia, Política