La degeneración de la política andaluza se percibe desde hace años por la sensación de tiempo detenido que acaba asfixiando todos los debates, que los envuelve en una bruma espesa, un aire viciado. Cada martes, por ejemplo, cuando se reúne el Consejo de Gobierno y presenta los asuntos abordados, la impresión que se tiene es que se trata de planes y proyectos que ya se han presentado hace meses y que, de la misma forma, se volverán a presentar dentro de uno o dos o años.
Si todo esto ocurre se debe, en primer lugar, a la superficialidad de la política autonómica. Desde el referéndum del 28-F, el peso político de Andalucía y el discurso propio ha ido decreciendo de forma exponencial, quizá en la misma proporción y velocidad con la que ha ido agigantándose la burocracia política. Y aquello que inspiró a los andaluces hace treinta años para que se volcaran por una autonomía de primera, aquel ansia de autogobierno, se ha ido diluyendo en un debate de mera confrontación política en el que, en todo caso, el interés mayor está en el Gobierno de la nación.
La segunda razón por la que existe esa sensación de tiempo detenido es el discurso laberíntico que ha ido confeccionando Chaves en las dos décadas que lleva al frente de la Junta de Andalucía. Ha construido un discurso cuya máxima efectividad es la de acabar enredando a la oposición en un debate absurdo o en un callejón sin salida; como una tela de araña en la que van cayendo como moscas cualquier reproche que se le haga, cualquier contradicción o incumplimiento. Sea cual sea el debate, Chaves siempre responde lo mismo.
–«Si sus promesas fueran contratos con los ciudadanos, los juzgados estarían llenos de denuncias por incumplimiento de contrato. Usted no tiene credibilidad», le dijo Arenas.
–«Esto no es un problema de juzgados, es un problema de votos», respondió Chaves. «En términos democráticos, usted tiene menos credibilidad que yo porque usted ha perdido todas las elecciones a las que se ha presentado y yo no».
Y lo mismo con Valderas, incluso cuando el incumplimiento se demuestra con documentos fehacientes, inequívocos. «La visión que usted tiene de los incumplimientos no es la que tiene los ciudadanos, por lo menos no en términos democráticos», responde otra vez Chaves.
Es evidente que un planteamiento así no se sostiene en una democracia, que las elecciones acreditan el poder para gobernar, pero la verdad y la justicia no se dirimen en una votación popular. Pero esa cuestión está ya tan trillada que no merece la pena volver a insistir, entre otras cosas porque la limitación intelectual de Chaves y su troupe le hará volver una y otra vez sobre lo mismo. Para este personal, en su delirio hegemónico, la verdad, la justicia y hasta la patente ideológica la decide el PSOE, la decide Chaves, por haber ganado las elecciones. «La izquierda real es la que deciden los ciudadanos», llegó a decirle ayer a Valderas.
Por eso, a la vista del debate de ayer, la oposición debe tener claro que su principal misión en esta legislatura es no acabar atrapada en esa tela de araña de asuntos repetidos. Sobre todo Javier Arenas. Se puede tomar como muestra lo ocurrido ayer. Tras tantos años de ausencia, Arenas pudo sorprender con un discurso detallado sobre la realidad andaluza, bien hilvanado y mejor expuesto. Pero, al final, acabó atrapado en la tela de araña que le tendía Chaves, la trampa del absurdo.
Un ejemplo nítido. En estas elecciones andaluzas, el PSOE ha bajado cinco diputados, pero ha revalidado la mayoría absoluta. Por su parte, el Partido Popular ha ganado diez diputados, pero se ha quedado a diez puntos del PSOE. Y Arenas, perdido en la estrategia de Chaves, acabó haciendo la siguiente pregunta: «¿Usted qué prefiere en unas elecciones subir diez diputados o bajar cinco? Pues yo prefiero subir». Ése es el peligro, ése es el triunfo de Chaves, que al final todo se sintetice en la anécdota absurda de un debate imposible. ¿Cómo va a preferir nadie subir escaños y perder las elecciones, que bajar diputados y ganar por mayoría absoluta?
Tanto Arenas como el propio Chaves se volvieron a ver las caras ayer en el parlamento andaluz y del encontronazo primero surgieron chispazos de energía que hacen presagiar que el Parlamento andaluz puede volver a tener el pulso que había perdido. Sostiene Arenas que el discurso de Chaves es intemporal, porque siempre se plantean los mismos problemas y las mismas propuestas. Sostiene Chaves que los reproches de Arenas le suenan a déjà vu. En eso tienen razón, y lo sabe bien sobre todo Chaves porque de esa reiteración lo que surge es el hartazgo de la sociedad que acaba viéndolos a todos iguales. Deben saber Valderas y, sobre todo de Arenas, que su éxito en esta legislatura depende de que sepan escapar de la tela de araña del déjà vu.
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