Diario
«Me ha llamado José Luis. Está sorprendido con el éxito de su diario apócrifo y me ha aconsejado que haga yo lo mismo. Dice José Luis que el diario le ha servido para mantener esa costumbre desde que vive en el palacio de la Moncloa. Cada mañana, cuando se levanta, se dice a sí mismo, ‘José Luis, eres presidente del Gobierno de España, pero no vayas a endiosarte’. Yo no he querido decirle nada, pero no me parece que a mí me haga falta ninguna terapia».
«Yo también me miro al espejo todas las mañanas, en el gimnasio. Me miro a la cara mientras me seco la espalda con la toalla, y nunca he visto frente a mí a un hombre endiosado. No, yo sólo veo al presidente. Porque tengo cara de presidente, el presidente de los andaluces. Yo creo que a los andaluces les pasa igual, que nadie se imagina al presidente de Andalucía con una cara distinta a la mía. En eso, para qué nos vamos a engañar, yo soy como mi partido. Cuando me miro al espejo lo que veo es al presidente natural de los andaluces. Ese soy yo. La verdad es que somos muy distintos. Yo a José Luis no lo veo como presidente natural de los españoles. No. José Luis sabrá perdonarme, pero en España no ha habido más presidente natural que Felipe. Y no recuerdo yo que Felipe me haya dicho nunca que, al levantarse en La Moncloa, hiciera estas cosas que dice José Luis. En el fondo, y esto nos pasa a muchos, cuando más me gusta José Luis es cuando imita a Felipe. En lo demás, seamos francos (y perdón porque me parece que la expresión no debe ser muy correcta con la nueva ley) no nos parecemos demasiado. Ni Felipe ni yo hemos tenido nunca sus veleidades».
«Esa cosa que tenemos Felipe y yo, ese pellizco, viene de antiguo, de cuando corríamos delante de la policía en la Universidad. Por eso, luego, cuando hemos llegado a la presidencia no nos ha cogido de sorpresa, porque, sin necesidad de ser ambiciosos, comprendemos desde el primer día que ésta es la tarea que nos toca desarrollar en el partido. Ser presidente es mi misión, por eso no veo la necesidad de hablar con el espejo, ni decirle nada. Tampoco lo hacía Felipe. Él le daba una vuelta a sus bonsáis, y pelaba sus ramitas sin quitarle ojo al servicio que se encargaba de mantener limpia la Bodeguilla, como sin fueran a hablar las paredes de la cena del día anterior».
«Yo me voy al gimnasio y a eso de las diez o las once, salgo para el despacho, relajado y perfumado. Y en cuanto piso el primer escalón de la Casa Rosa, los policías se ponen firmes y yo creo que esbozan una sonrisa. Estoy seguro de que, cuando me ven entrar, se sienten más tranquilos. Como diciendo, ‘Ya está aquí nuestro presidente’. Se les ve, no hace falta preguntarle nada al espejo. ¿Un diario? Pues ya veremos. Que una de las cosas que aprendí de Felipe es que somos carceleros de nuestras palabras... No, que somos prisioneros de nuestros silencios... Bah, no me acuerdo bien. Ahora que llegan las campañas, echo de menos el verbo de Felipe. ¿Un diario? Ya veremos».
Etiquetas: Junta de Andalucía, Política, PSOE, Sociedad