No es cierto lo que ves (Tras la sentencia)
Cabreado antes que inquieto. Dolido antes que preocupado. Ofendido antes que temeroso. Seguro por encima de todas las insinuaciones, de todas las miradas, de todas las campañas, de todas las desconfianzas. Por encima del cinismo y del desprecio. Sobre todo eso, nos alzábamos con la sola confianza de que, sencillamente, cumplimos con nuestro trabajo. Esa ha sido la gran equivocación del presidente de la Junta de Andalucía, que no es bastante la soberbia y el poder para desmontar la rocosa contundencia de la verdad, de la sinceridad. Nada teníamos que esconder y contra esa simpleza, contra ese vacío de intenciones ocultas, era imposible que ni el presidente de la Junta ni nadie pudiera edificar sus fantasías envenenadas.
Sin embargo, a pesar de la confianza que siempre hemos tenido en lo que hicimos y en cómo lo hicimos, sobrecoge todavía repasar todo lo ocurrido porque lo fundamental de la querella de Chaves contra este periódico no eran las consecuencias personales, las sensaciones agrias de este tiempo, lo esencial es la grave deformación democrática que demuestra un comportamiento así. Porque era una demostración de poder, de poder absoluto, lo que se intentaba propagar a todos los vientos; se trataba de demostrar que el presidente de la Junta era capaz de transformar un hecho en el contrario y, más allá aún, era posible convertir en delincuentes a los denunciantes. Era como decir, ‘me habéis pillado en una irregularidad, pero soy capaz de demostrar ante todos que no es cierto lo que ves y que, además, vosotros sois los delincuentes’.
Chaves nunca quiso investigar si el espionaje al presidente de la Caja San Fernando («un seguimiento acreditado», dice literalmente la sentencia, y, a pesar de ello, el PSOE y sus medios siguen afirmando hoy que se trataba de un ‘falso espionaje’) era cierto o no. Desde que se publicó la noticia, y aún desde la noche antes de publicarse la noticia, el presidente de la Junta, que ya la conocía a través de su secretario de organización, decidió dirigir todas sus energías contra este periódico. Si conocía previamente el espionaje, si lo había ordenado personalmente o se trataba de una obra de segundos o terceros, es, a estas alturas de la cacería, un asunto irrelevante porque Chaves nunca quiso conocer la verdad. Para tapar las cloacas de su partido, dijo desde el primer momento que se trataba de un «montaje mafioso» ideado por el presidente de la Caja y por este periódico. ‘No sólo voy a demostrar que no es cierto lo que ves (el vídeo, las tarjetas, los testimonios... todo es un montaje falso), sino que además voy a convertir a quienes me acusan en unos mafiosos, delincuentes, autores de un delito de injurias graves’.
El pulso del presidente Chaves se ha quebrado en una sentencia de casi treinta folios. Por eso, ahora, orgullosos de no haber cedido a las presiones de todos estos años, a los testimonios comprados, a las pruebas falsificadas, a las zancadillas judiciales, sin un ápice de rencor, sólo queda añadir, como el clásico: Decíamos ayer, que aquello que vimos y publicamos era cierto. No hay más. ¿Puede usted decir lo mismo, presidente? De momento, silencio.
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