En el mediodía de ayer domingo, esos domingos de septiembre de calor húmedo y destellos de sol rasgando el cielo nublado, Javier Arenas llega con un leve retraso a la entrevista. Uno de sus asesores, quizá un escolta, lo disculpa: «Llega en un instante». «No se preocupe –digo– es normal que alguien se retrase un domingo». «Ah, no es por eso. La mañana ha sido muy completa. Ahora está en una reunión y antes ha estado haciendo deporte durante una hora». Y antes, llamadas de teléfono, y antes instrucciones a los suyos y antes, lectura de periódicos. Al fin llega, en camisa y aspecto relajado. El domingo en Arenas sólo es una marca roja en el calendario.
EL PASO DEL GOBIERNO A LA OPOSICION
Lo que quema en política son las responsabilidades difíciles. Mi primer año como ministro de Trabajo fue agotador porque lo que descubrí al llegar no era la erótica del poder, sino la erótica del problema. ¿Comparado con estos años? Pues, mire, estos tres últimos años han sido los más duros de toda mi vida política. Hacer oposición en Andalucía es muy duro, sí. Pero siempre se cruzan algunas satisfacciones que te devuelven la fuerza necesaria, la pasión. Como hace unos días en Villamartín (Cádiz), cuando entré a un salón abarrotado de vecinos, un pueblo en que no teníamos ni un solo concejal antes de las elecciones. Entras cansado y sales con toda la energía del mundo. A los políticos la vida nos la da la gente.
Hay una comunidad en España, en País Vasco, donde la política es radicalmente distinta a cualquier otro lugar, porque la batalla diaria allí no es por las ideas, sino por la supervivencia, por la vida. También es muy complicado hacer política en Cataluña, por la existencia de un nacionalismo radical que todos los días intenta aplastar tu voz para que no salga. La peculiaridad de la política andaluza viene dada por la existencia de un partido político, el PSOE, que gobierna con clarísimos comportamientos de régimen. Esa asfixia se percibe todos los días: lo ves en el condicionamiento de las líneas editoriales de los medios de comunicación; se ve en la permanente obstrucción del mensaje que intentas transmitir a la población, que no suele ser el que tú quieres sino el que más le interesa al PSOE; y lo ves, y esto es lo más triste, en tu propio despacho, en la gente que viene, critica, se lamenta, y a continuación te pide que no utilices su nombre porque le tiene miedo a la Junta. Por eso, mi discurso de aquí a las elecciones va a insistir mucho en la libertad y en la igualdad. Quiero ser un presidente respetado, no temido por su sectarismo, como le ocurre a Chaves. Yo me acuerdo cuando se hablaba del poder que tenía Alfonso Guerra; pues el poder de Guerra era una auténtica broma si se compara con el que tiene Chaves en Andalucía.
SOBRE EL MOMENTO POLITICO
Lo que no era pensable en España hace cinco años, diez o incluso quince años, es que se diera una negociación con ETA, que es lo más impúdico que se puede pensar, ni que el partido del Gobierno pactara con el independentismo catalán y que, como pago, se cargue la Constitución y los principios de igualdad y solidaridad. Habrá muchos socialistas revolviéndose en su tumba al ver el nuevo sistema de financiación de Zapatero que consiste en que sean los ricos los que se llevan más dinero. Y eso es lo que ha ocurrido en los presupuestos con Cataluña.
Los gobiernos anteriores al de Zapatero, el de Aznar y el de González, lo que hicieron fue sondear la posibilidad de que ETA abandonara las armas. Eso es verdad, pero lo que nadie hizo es iniciar ningún tipo de negociación. Lo que hace ETA ahora es volver a engañar porque, en mi opinión, el proceso no se ha roto; Zapatero tiene un diálogo encubierto con ETA y no lo hace público porque cree que electoralmente no le conviene. Eso lo tengo claro, igual que tengo claro que lo que ETA no desea es un gobierno del PP en España porque sabe que lo que le espera es la política del pacto antiterrorista.
SOBRE EL FUTURO. GOBIERNO DE CONCENTRACION
Vamos a ver, yo estoy convencido de que, antes o después, en España habrá necesidad de un gobierno de concentración del Partido Popular y del Partido Socialista. Antes o después, el PP y el PSOE le tendrán que decir a los nacionalismos: ‘hasta aquí hemos llegado’. Eso tiene que coincidir, además, con una revisión crítica del Estado de las autonomías. En cualquier caso, la próxima legislatura tiene que ser, por el bien de España, la que recupere el consenso de los dos grandes partidos en torno al modelo territorial y la Constitución. Y a partir de ahí, consenso también en la lucha contra el terrorismo, en la política exterior, en la financiación del gasto social en España, que está desbordado, y en torno a la inmigración. ¿Y provocaría eso mayor radicalización? Bueno, la semana pasada es de las peores que se recuerdan: queman las fotos del Rey, se ocultan banderas de España, en Humilladero se proclama la III República, en Jaén le quitan al teatro el nombre de Infanta Leonor, en el Senado dicen que el jefe de las Fuerzas Armadas tiene que ser Zapatero, que es lo que nos faltaba, y, como remate, sale Ibarretxe a decir que, con acuerdo o sin acuerdo, va a convocar un referéndum. En los últimos 30 años, ésta ha sido la semana en la que más hemos retrocedido en la concordia que supuso la Transición y la Constitución española.
SOBRE EL ESTATUTO ANDALUZ Y EL CATALAN
El Estatuto de Cataluña se parece al de Andalucía como un huevo a una castaña. Si fueran iguales, nunca hubiéramos votado que sí. Si lo apoyamos es porque pudimos cambiar doscientos artículos. Yo creo, por ello, que la sentencia del Constitucional va a afectar al Estatuto de Cataluña y nada o casi nada al Estatuto andaluz. Y una de las cosas que puede decir el Constitucional es que ninguna autonomía puede imponerle al Estado cuál es el criterio a seguir en las inversiones. Cataluña establece que se haga por PIB y Andalucía que sea por población, que, dicho sea de paso, es un criterio mucho más solidario. Pero, ¿por qué lo pusimos en el Estatuto? Pues fue, sencillamente, para defendernos del Estatuto de Cataluña.
SOBRE LAS ELECCIONES ANDALUZAS
Yo estoy convencido de dos cosas. La primera es que vamos a ganar las elecciones y la segunda es que lo único que no puedo hacer, lo que no voy a hacer, es competir con Chaves en las barbaridades que dice todos los días. Y si promete una casa, yo regalo un chalé; como Chaves promete seis mil euros a los bachilleres, yo les ofrezco doce mil euros. Y un coche gratis. Mi confianza en la madurez del pueblo andaluz es absoluta, y estoy convencido de que ya no le compran a Chaves esos engaños. El PP se equivocaría profundamente si piensa que, para ganar en Andalucía, se tiene que convertir en una fotocopia del PSOE. Y esa tentación ha existido: recuerdo una vez que mi partido prometió duplicar el PER. Eso es un contrasentido. Yo tengo que ganar con un programa alternativo, de grandes reformas y de regeneración democrática. ¿Sabe qué ocurre? Que parece muchas veces que en los medios de comunicación lo que llama más la atención son las barbaridades, a lo demás no se le concede espacio. Aun así, no voy a entrar en la carrera de los disparates y de las promesas falsas.
SOBRE LAS REFORMAS QUE PROMETE EL PP
Son cinco grandes reformas. Calidad democrática, que incluye la limitación de mandatos, la no coincidencia electoral o cambios en la ley de incompatibilidades; reformas económicas, con supresión de impuestos entre otras medidas; reforma de la administración para acabar con esa red burocrática de la Junta, que tiene más de doscientos organismos asesores y ha pasado de ocho delegados provinciales a 112 delegados. Por supuesto, reforma de educación y supresión del Plan de Ordenación Territorial, el POTA.
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